RINCÓN del TIBET

La risa no siempre es la mejor medicina, a veces es el mejor disfraz

La risa no siempre es la mejor medicina, a veces es el mejor disfraz

Definitivamente la forma en la cual afrontamos nuestras adversidades tiene mucho que ver con nuestro bienestar, mientras más positivos seamos ante una situación, más sencillo será su manejo. Ser optimistas nos permite colocarnos los cristales a través de los cuales la vida se ve más bonita, más noble y sobre todo con propósito, donde nada ocurre por casualidad y todo tiene un porqué.

Esbozar una sonrisa en nuestro rostro cuando estamos pasando por una tempestad puede ser sin duda un acto de valentía, una forma de decirle a la vida: aquí estoy, estoy para vivirte y sobre todo disfrutarte, aún en los malos momentos.

Sin embargo, cuando las sonrisas no se plasman en el rostro de forma sincera, sino que más bien se colocan como una máscara para ocultar lo que realmente estamos sintiendo, pierde un poco su efecto sanador y generador de nuevas realidades.

Esa risa que sale de nuestro ser cuando nos sentimos devastados y queremos aparentar que todo está bien, que no podemos estar mejor, puede convertirse en un enemigo, ya que no dejará ver a quienes nos rodean que en definitiva necesitamos una mano, un hombro consolador o sencillamente que se den cuenta de que debajo de esa risa, está una mirada que refleja nuestra realidad.

Solo quienes nos conocen muy bien, tienen la capacidad de leer todo nuestro cuerpo, desde lo más evidente, hasta lo más oculto, son capaces de saber cuándo intentamos distraer nuestra mente de algún problema, cuándo estamos poniendo lo mejor de nosotros para no consumirnos en alguna pena y cuándo sencillamente no podemos más y aunque aún sonriamos, nuestro ser necesita ser sostenido.

Fingir que estamos bien es tan complejo que inclusive podemos hacerlo delante de nosotros mismos, limitando de esta forma nuestra sanación. No está bien tapar nuestras heridas sin antes curarlas, es peor, hace más daño y prolonga en tiempo el proceso de sanación. Guardar emociones, guardar dolores en nuestro ser nos debilita, aunque nos sintamos más fuertes al no expresarlo, lo que estamos haciendo es consumir parte de nuestro ser con algo que debemos resolver.

Siempre es maravilloso mirar a los problemas con nuestra mejor disposición y si es posible reírnos de ellos, de nosotros y de la confusión, la actitud determinará la forma y el tiempo para salir de una situación incómoda. Pero no utilicemos nunca nuestras mejores caras, nuestras mejores risas para fingir, porque lo que estaremos generando es alargar el dolor y privarnos del apoyo de los que nos quieren y nos pueden apoyar en algunas circunstancias.

 

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