En la vida hay que ir dejando huellas, nunca cicatrices
Cada uno de nosotros forma parte de la vida de alguien más. Así como las personas que se tropiezan con nosotros a lo largo de nuestra experiencia vital van dejando huellas, van ocupando espacios y van escribiendo sus historias en las que en algunos casos tendremos papeles protagónicos en esos libretos, así mismo nosotros dejamos nuestra marca en aquellas personas que interactúan con nosotros.
Algunas de esas marcas serán tan sutiles, que se requerirá mucho esfuerzo poder percibirlas, éstas las dejamos en quienes coinciden con nosotros de forma fugaz, repentina, sin mayores consecuencias, sin conocernos mucho, sin reflejarnos tanto.
Sin embargo, en aquellos con los que de una u otra forma acordemos interactuar de forma más extendida, podemos dejar huellas muy profundas, imposibles de pasar desapercibidas y lo más riesgoso es que también podemos dejar cicatrices… Podemos hacer las cosas de una manera determinada que produzca en la otra persona dolor, decepción, rabia, desencanto y a través de nuestras palabras, acciones e incluso omisión herir a quienes han establecido un vínculo con nosotros.
Cuida tus palabras
La honestidad y la sinceridad son virtudes, pero se puede llegar a hacer un uso particular de ellas, llegando a ser groseros, a perder la empatía, a desprestigiar o menospreciar usándolas como bandera. Debemos cuidar siempre las formas de expresarnos, ser asertivos, procurar construir a través de nuestras palabras.
Recordar los tres filtros de Sócrates antes de hablar, puede evitar que dejemos cicatrices:
“El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa y le dice:
-Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…
-¡Espera! -le interrumpe el filósofo-. ¿Hiciste pasar por los tres filtros lo que vas a contarme?.
-¿Los tres filtros? -preguntó su discípulo.
-Sí, el primero es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por el segundo filtro, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario…
-¡Ah, vaya! El último filtro es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
– Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.”
Cuida tus acciones
Solo tú eres responsable de lo que haces, tienes herramientas de las cuales debes hacer uso con el fin de evitar hacerle daño a los demás. Definitivamente todos cometemos errores, siempre habrá alguien que hayamos lastimado, alguien que haya derramado sus lágrimas esperando una acción nuestra, alguien a quien su confianza defraudamos, en fin… en este proceso de aprendizaje llamado vida, hacemos lo que está a nuestro alcance con los recursos que tenemos, y muchas veces estos no son suficientes para no herir a alguien.
Para evitarlo tenemos que actuar de forma consciente, debemos tratar de evaluar las consecuencias de nuestros actos, tratando en cada uno de ellos de procurar el mayor bien posible para el mayor número de personas involucradas en cada situación. No tomarnos las cosas tan a la ligera, sobre todo si alcanza a varias personas, cada quien interpreta las cosas a su manera y quizás lo que para nosotros carece de sentido o no tiene relevancia alguna, para otra persona resulta trascendental.
Nunca subestimes a nadie y menos dudes de los efectos que has generado en otra persona, sé empático y noble ante todo. Trata a los demás con el mejor trato posible, escucha cuando sea necesario, habla cuando sea oportuno y calla cuando lo consideres prudente. Actúa siempre desde el corazón y desde allí será muy difícil lastimar a alguien.
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¿Vas a hablar de alguien?… ¡usa los 3 filtros de Sócrates!
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