RINCÓN del TIBET

Y tengo que reconocer que fui yo quien falló

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Y tengo que reconocer que fui yo quien falló

No me hacer sentir bien el reconocer esto, tampoco quiero justificarme en tus fallas anteriores, ni esconder mis errores, ni todo lo que he ocasionado, con un simple: “tú me has hecho cosas peores”. Lo que sí te puedo decir es que no puedo hacer nada para cambiar lo ocurrido, pero desde este punto donde la culpa me supera, haré lo que esté en mis manos por reparar el daño y de ser posible ganarme tu perdón.

No es fácil reconocer nuestros errores

El hacer algo cuyos resultados afecten a otros o a nosotros mismos de manera negativa, podríamos identificarlo como un error. Todos cometemos errores a lo largo de nuestras vidas sin contar con el toque subjetivo y relativo que tiene el hacer las cosas de manera “correcta” o “equivocada”.

Cuando afectamos negativamente a alguien, en especial a alguien que queremos y nos quiere, sin duda estaremos generando una herida, y el tomar el arma y reconocer: “esa herida la he generado yo”, no enmendará las cosas, pero tiene mucho mérito y puede ser el inicio de un camino menos tortuoso por recorrer.

No todos tenemos la capacidad de pedir perdón

Así como reconocer un error es de valientes y de personas que normalmente aprovechan cada oportunidad para mejorar, el pedir perdón es un hecho que refleja una gran muestra de humildad y las mejores intenciones de hacer lo que se pueda, por recuperar un vínculo o contribuir con la sanación de las heridas que se han generado.

Quien está en la posición de perdonar, sin duda debe hacerlo, aun cuando el perdón no sea solicitado, simplemente por vivir libre de rencores, de cargas negativas que nada aportarán en positivo a su vida. A veces creemos que no todo el mundo merece ser perdonado, pero si lo pensamos bien, al saber que solo nosotros nos dañamos guardando rencor y sintiendo odio, dolor y/o rabia, nos quitamos esa idea de la cabeza y nos convertimos en liberadores de culpa de oficio.

 

El resentimiento es como tomar veneno y esperar que la otra persona se muera

 

Evidentemente nos gustaría ir por el mundo sin lastimar a nadie y que nadie nos hiciera daño a nosotros, pero esto es bastante utópico. Todos hacemos lo mejor que podemos con los recursos que tenemos, todos estamos en un proceso de aprendizaje continuo y todos en alguna medida estamos en la búsqueda de nuestra felicidad y en medio de todas estas premisas, están nuestros aciertos, desaciertos y los efectos de estos sobre todos los involucrados.

Mientras mayor capacidad tengamos para reconocer nuestras fallas, más provecho sacaremos de cualquier situación, mejor nos conoceremos y con mayores herramientas haremos de nosotros una mejor versión.

La negación, el culpar a otros, el evadir la responsabilidad por cualquier vía, siempre nos deja en una peor posición de cara a los demás y ante nosotros mismos. Errar es de humanos y aprender de los errores y tratar de enmendar los daños es lo más sensato.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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