RINCÓN del TIBET

Tragarse las palabras indigesta el corazón

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Tragarse las palabras indigesta el corazón

Muchas veces por ser prudentes, por no dar a conocer lo que pensamos y sentimos, por evitar hacer sentir mal a alguien que apreciamos o sencillamente por pensar que no lograremos nada exteriorizando nuestro sentir, nos tragamos nuestras palabras que nos van quemando por dentro. 

Si bien es cierto que muchas veces el silencio puede ser nuestra mejor arma y nuestra mejor defensa, también es cierto que debemos saber filtrar las palabras que nos tragamos, ya que el no manifestarlas puede traer a nuestra vida más inconvenientes que soluciones.

No se hace una invitación a ir por la vida con la bandera de la sinceridad, la honestidad y la espontaneidad diciendo todo lo que pasa por nuestra mente, se trata solo de darle calma a nuestro corazón expresando aquello que no debe ser tragado.

Aquel amor que nos tragamos, ese perdón que sentimos innecesario o que estaba tácito, esas palabras de aliento que juramos no ayudarían, ese “no” ante lo que no nos agrada, ese sí a la vida, a experimentar, a saltar, a bailar y sobre todo ese “basta”, ese “hasta aquí”, ese “ha sido suficiente”, que no decimos por miedo, deben estar en nuestra lista de prioridades al momento de hacer nuestra revisión interna y seleccionar lo que nos conviene exteriorizar.

Nadie tiene la capacidad y menos la responsabilidad de conocer nuestro interior y saber qué sentimos, todo el mundo tiene una apreciación distinta y aunque supongamos que algo es innecesario decirlo, bien sea porque nuestro lenguaje corporal e inclusive nuestras acciones lo demuestras, muchas veces resulta obligatorio manifestarlo a través de nuestras palabras.

Hasta las palabras más amargas y más dolorosas pueden ser pronunciadas de manera tal de prevenir daños y muchas veces debemos sopesar la liberación de nuestro ser a través de las palabras versus aquello que deseamos proteger, así esto sea una simple imagen o una ilusión.

Todo lo que guardamos dentro que nos daña, debemos sacarlo, debemos dejarlo ir… Muchas veces ni siquiera será posible dirigir las palabras a la persona que debe recibirlas, sin embargo en estos puntuales casos debemos buscar la manera de drenar esas emociones que provoca el silencio, así sea aplicando algún ejercicio terapéutico que a nivel inconsciente nos haga sentirnos liberados.

Uno de los más sencillos es la visualización, imaginarnos cerca de esa persona a quien queremos dirigirnos y expresarles nuestro sentir, drenar todo lo que deseamos, y luego con un fraternal abrazo, perdonar o bien solicitar el perdón. Esta técnica es muy útil, inclusive para aplicarla con personas que no estén en este plano.

Lo cierto es que por la vía que seleccionemos, resultará siempre beneficioso no tragarnos las palabras, las emociones, sino drenarlas. No querer aparentar que somos más fuertes, inclusive delante de nosotros mismos, resulta de mucha utilidad para evitar males posteriores, donde podemos inclusive traer a nuestro cuerpo las manifestaciones producto de la carga almacenada, allí es cuando nos enfermamos, cuando comenzamos a ver la vida en la escala de grises, cuando nuestro ser nos llama la atención, para que sanemos a través de nuestra esencia, para que eso se manifieste en nuestro cuerpo.

Una palabra pronunciada a tiempo, con la responsabilidad que ella conlleve, evitará que nuestra vida se cargue de experiencias indeseadas y que podamos andar lo más ligeros posible de equipaje innecesario. Si vamos a guardarnos algo, que sean los recuerdos bonitos, los amores en nuestro corazón, todo lo que nos llene y alimente el espíritu.

 

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