RINCÓN del TIBET

Tengo pena, estoy triste

Tengo pena, estoy triste

¿Por qué debemos ocultarlo si así nos sentimos?

No estoy usando una frase autorreferencial (independientemente de que a algunos les haya contado que no estoy en un buen momento). Estoy diciendo una frase suelta que parece que en la actualidad cada vez  cuesta más decir. Y es que siempre nuestra primera postura parece ser mostrar nuestras mal entendidas fortalezas y no nuestras fortalezas reales, que tienen que ver muchas veces con nuestras vulnerabilidades.

Qué mal usada está la frase de “tú eres fuerte”. Siempre hace alusión a alguien que no debiera mostrar sus fragilidades y que siempre va a salir delante de algún dolor en forma rápida y eficiente, más allá de lo que le haya sucedido.

¿Pero qué significa realmente ser fuerte?

Ser fuerte significa llorar, expresar y eliminar desde el fondo del alma todo lo que nos pasa. “Tengo pena” o “estoy triste” debiera ser una frase que se escuchara mucho más debido a la cantidad de dolores que todos cargamos sobre nuestras espaldas, pero que sin embargo callamos porque sentimos que vamos a dar lástima, que no se debe pronunciar, que si te ven débil te pueden dañar aún más y muchas otras cosas que hacen que las penas se vivan desde adentro son que mucha gente (o a veces nadie) las sepa, y que terminan por generarnos en varios años más muchas enfermedades, algunas de las cuales incluso nos puede llevar de esta vida más rápido de lo necesario.

Por eso es importante que seamos capaces de preguntarnos cómo estamos y seamos también capaces de decirlo en espacios de contención que nos permitan liberar lo que realmente nos pasa.

 

La fortaleza nada tiene que ver con el silencio y menos con la elaboración de una máscara que nos haga seres diferentes de lo que somos y de lo que queremos ser.

 

El decir lo que sentimos, sea esto pena, rabia, miedo, alegría o angustia, es una condición de salud mental básica para poder relacionarnos con nosotros mismos y con los demás y debemos entender en los tiempos que corren que la fortaleza no puede estar puesta en la contención sino muy por el contrario, en la liberación de nuestras fragilidades.

Esto es lo que nos permitirá ser lo más humanos posibles y esto no implica otra cosa que ser imperfectos y no al revés.
Cuando uno se pregunta qué es lo que hace que la gente me quiera es precisamente lo antes mencionado.

Esto implica reconocer mis  defectos y las cosas divertidas que hago junto con las pocas que hago bien. Todo  esto configura una identidad que me hace única y que si eso lo expreso entonces me hago diferente al resto y querible para muchos, más de los que podamos siquiera  imaginarnos.
Entonces: a decir lo que sentimos. Esa es la invitación que les dejo en esta entrega. Seamos fuertes para ser simplemente lo que somos y nada más: aprendices de la vida.

 

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