Rodearse de personas positivas, amorosas, empáticas, mejoran la salud y la calidad de vida
Cada uno de nosotros tiene subidas y bajadas, momentos en los cuales nos podemos sentir una fuente de luz y otros en los cuales sentimos opacar todo a nuestro paso. A pesar de ello, podemos identificar a las personas de las que nos rodeamos un balance que siempre es positivo para nosotros.
Por lo general cuando hablamos de seres que ilumina nuestro camino, nos referimos a personas amorosas, que nos impulsan, que son empáticas, que nos pueden entender, que nos escuchan sin juzgar y que representan un apoyo para nosotros. Estas personas siempre nos terminan aportando algo, nos nutren y nos hacen de alguna manera crecer un poco más gracias a su compañía.
En un mundo cargado de tantas caretas, de tanta envidia y competencia, donde aparentemente todos quieren verte bien, pero eso tiene unas letricas pequeñas en donde se aclara que ese querer verte bien es solo hasta que ese “bien” no represente “mejor que ellos”, resulta todo un lujo rodearse con personas que nos quieran bien (del de verdad).
A éstas personas se les reconoce por su mirada, si somos algo perspectivos, podremos ver ese brillo que pareciese recargarse de una fuente vital que no todo el mundo conoce. Son capaces de revitalizar todo aquello que esté marchito solo a través de sus palabras. Pueden compartir lo propio sin egoísmos y sin esperar aplausos y reconocimientos. Estas personas sin duda enriquecen la humanidad y hacen que el confiar, el amar, el compartir, el ayudar tenga un sentido diferente.
No todos tienen la dicha de rodearse con estos farolitos en sus vidas, pero los que sí, podemos dar fe de que la vida la tornan una experiencia mucho más amable y que mejoran el ánimo e inclusive la salud de quien le rodea.
De qué depende, en qué se diferencian en cuanto a calidad humana se refiere una persona de otra, sería difícil de determinar, pero pareciese que estas personas tuviesen claro lo que realmente importa de esta experiencia llamada vida. Ellas parecen poner su atención en las cosas más sencillas, esas que ocurren a diario y por lo general no son apreciadas. Tienen el don de agradecer inclusive aquello que resultó desagradable, argumentando que mientras haya algo positivo que se pueda rescatar, habrá valido la pena.
Estas personas son maestras caminando entre nosotros, transmitiendo a través de su sonrisa y de su amor desinteresado esa esencia vital que llevamos dentro y nos encargamos de ocultar. Ellas están allí para recordarnos nuestro origen, para indicarnos que el camino no es otro diferente al que nos haga feliz y allí está el secreto.
Cuando nos damos cuenta de que la felicidad está justo en nosotros no tendremos que buscarla y en cualquier camino y en cualquier situación sentiremos la plenitud que tanto anhelábamos y si llegamos a ese punto habremos pasado a formar parte de ese conjunto de personas que iluminan al mundo, que supieron encender esa llama que todos llevamos dentro.
Las actitudes son contagiosas. ¿Merece la pena contagiarse de la tuya? Dennis y Wendy Mannering
Si puedes rodearte con esas personas en tu vida agradece su presencia, valora todo lo positivo que obtienes con solo tenerle cerca y contágiate con esa energía que de seguro te llevará a conectar con esa fuente ilimitada de amor, de paz, de salud y de armonía contigo mismo y con todo el universo.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet