RINCÓN del TIBET

Pase lo que pase, no te lo tomes tan en serio

Pase lo que pase, no te lo tomes tan en serio

Ciertamente solo muy pocas cosas importan por largo tiempo, por eso raras veces vale la pena invertir energía excesiva en nuestras vivencias, tengan éstas la magnitud que sea. Una de las mayores verdades que nos pueden simplificar la vida es el hecho de que todo cambia, todo, absolutamente todo cambia, la transitoriedad es el factor que determina nuestra vida.

Cuando aceptamos este hecho y lo concientizamos, podemos tomarnos la vida un tanto más a la ligera, sencillamente porque sabemos que todo lo que nos ocurre tiene un principio y un fin, todo pasa, lo bueno y lo malo. Ser conscientes de ello nos permite centrarnos en nuestro presente y disfrutar o padecer nuestras vivencias de una forma más desapegada, sin exceso de drama, solamente viviendo, prestando atención y aprendiendo…

No se trata de no motivarse con nada porque igual eso también pasará, tampoco se trata de sentarnos a esperar que algo desagradable se desenvuelva y sencillamente pase, se trata de entender, ver más allá de lo evidente, si bien no es necesario pensar profundamente en para qué estamos acá y por qué vivimos todo lo que nos ocurre, podemos tomar para nosotros que el propósito de la vida es básico: ¡Ser felices!

La felicidad responde a una conducta ante la vida, cuya característica principal es la ausencia del ego, es el ego quien genera el drama en nuestra vida, el apego y con él el sufrimiento, es el ego el que no nos permite disfrutar plenamente un evento agradable, porque estamos pensando que no queremos que se termine, porque nos preocupamos por cuándo volverá a pasar, porque estamos pendientes de cuánto pagaremos, o preocupados por quien nos vea… en fin, distraemos nuestra atención del momento presente para viajar por escenarios que distan de lo que realmente está ocurriendo y así, dejamos de disfrutar de las cosas buenas de la vida.

Cuando algo negativo nos ocurre, pues también solemos reaccionar de manera desfavorable, cargando la situación con el drama que le encanta a nuestro ego. Si hemos terminado con una pareja nuestra mente generará miles de pensamientos que nos hagan sentir peor, ya nunca volveré a sentir esto por alguien, he podido hacer esto o lo otro, no me volveré a enamorar, todas las personas de un género determinado son iguales, nunca más seré especial con alguien, etc, etc y adicional a nuestra montaña de pensamientos perjudiciales podemos anclarnos en el sufrimiento por un período de tiempo indeterminado.

Resulta que nada debe ser tan complicado, somos nosotros los que agregamos ingredientes que cargan una situación, cuando transcurre el tiempo, nos damos cuenta de que la inversión de energía fue innecesaria, que las lágrimas y la intensidad estuvo exagerada, que ya eso por lo que tanto nos lamentamos, no es tan importante.

Todo en esta vida está hecho para vivirlo y sentirlo de manera natural, inclusive la muerte, es una parte más de nuestra vida, morimos porque tuvimos el privilegio de morir, pero nuestras pautas mentales deben hacer de este hecho algo muy negativo. Parece que trajéramos un manual que dijera “Cómo complicar la vida… más y más…”.

Tomemos las cosas de una forma más orientada y alineada con la felicidad, entendamos que nada es permanente ni el sufrimiento más grande, ni la alegría más intensa, también pensemos que aunque todo cambia, muchas veces tenemos en nuestras manos acortar o alargar los períodos de cada una de nuestras vivencias, así que tratemos de alargar los momentos de plenitud y acortar los momentos de incomodidad, simplemente manejando los pensamientos que cruzan nuestra mente en cualquier situación, si ese pensamiento nos genera emociones positivas, ¡perfecto! Si por el contrario nos hace sentir mal… ¡adiós a ese pensamiento! agradecemos su pasada por nuestra mente y lo dejamos ir sutil pero firmemente.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

 

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