RINCÓN del TIBET

No es lo que entra, sino lo que sale de tu corazón lo que determina tu grandeza

Actuar desde el corazón, no es una actitud que prevalece en la mayoría, describe a personas sensibles, a quienes no les importa tanto qué tan llenos de problemas o cargados de cicatrices se encuentren si a través de sus actos pueden hacer el mundo de quienes le rodean un poco más ameno, más dulce, más grato.

Las grandes personas, medidas bajo parámetros de condición humana, siempre vienen dadas por aquellas por las que sus acciones hablan más que sus palabras, aquellas que son capaces de colocar como prioritarias las necesidades de sus seres amados, antes que las de ellas mismas.

La grandeza de su ser no tiene la clasificación de egoísmo, son seres que son capaces de amar tanto, que su amor propio está más que cubierto y no se descuidan a sí mismos por ayudar a los demás. Solo que se sienten tan bien mejorando o colaborando con la vida de alguien que ese bienestar es como el pago que reciben por su bondad y sus oportunas participaciones. La verdad es que resulta muy difícil sentirse mal cuando se está ayudando a alguien.

Debemos acostumbrarnos a dar

El dar nos beneficia y beneficia a nuestro entorno, si nos planteáramos como meta ayudar al menos a una persona a la semana, veríamos qué diferente se tornaría nuestra vida. Saldríamos de la burbuja que nos colocamos para ver solo lo que nos interesa y comprenderíamos otras ópticas de la vida a través de otros ojos.

Agradecer es vital, hacer del agradecimiento un hábito nos brindará la posibilidad de hacernos conscientes de lo que tenemos, porque a fin de cuentas es más difícil dar aquello que ni siquiera sabemos que poseemos.

Darle mayor importancia a las personas que a las cosas, todo lo material es intrascendente, serán justamente las personas las que alimenten nuestro espíritu y junto a ellas evolucionar y crecer como personas. Las cosas no te definen, más allá de tus logros, de tus bienes, de tus roles, eres tú quien está viviendo esta experiencia maravillosa llamada vida, así que no te confundas y haz que prevalezca lo realmente importante.

Es cierto recibir es sano, es agradable, es justo cuando de nosotros estamos dando algo, pero la felicidad de dar y más cuando el beneficio que obtenemos es solo la satisfacción de que hemos ayudado a alguien más a estar más cerca de donde quería estar, es sencillamente la más gratificante… Y sí, lo ideal es que demos sin esperar recibir nada, pero es que la vida es muy sabia… Y lo queramos o no, mientras más demos, más vamos a recibir.

 

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