Nadie se hace grande demostrando lo pequeños que otros pueden ser
Las personas con grandeza de alma, realmente no tienen su atención enfocada en ninguna comparación con otras personas, están concentrados en un proceso interno, en el cual generalmente se van convirtiendo día a día en una mejor versión de ellos mismos.
Se tiende a confundir la grandeza con la superioridad, que ni siquiera es tal, sino que algunos se sienten en la necesidad de sentirse superiores a quienes le rodean, pero eso no expresa algo diferente a problemas de amor propio, donde la aceptación y el reconocimiento de los demás es lo que les da la seguridad que por medios propios no pueden conseguir.
Toda persona que trata de desmeritar a otro, que desprecia los esfuerzos de los demás, que no es capaz de reconocer las virtudes en los demás, sino que por el contrario intenta restarles valor, intenta empequeñecerlas, no se hace grande en el proceso. Por el contrario quien debe recurrir a enaltecerse a través de la disminución de los que le rodean, siempre demostrará la poca humildad, sus problemas de reconocimiento ante los demás y el poco concepto que internamente tiene de sí mismo, incluso cuando demuestre sentirse superior.
La verdadera grandeza no tiene nada ver con una competencia, la verdadera grandeza se aprecia desde afuera, la humildad, la bondad, la generosidad, son cualidades que no esperan reconocimiento. Las mejores personas, de hecho, ni siquiera saben que lo son, solo van por la vida haciendo el bien, aceptando a los demás y aceptándose a sí mismas como son.
Las personas que tienen grandeza de espíritu, de alma, por lo general logran impulsar a quienes están a su alrededor, les reconocen sus acciones, les dan el mérito que merezcan y son capaces de rescatar virtudes, incluso cuando los defectos intentan predominar. Estas personas por lo general son fuente de inspiración para muchos, aun sin saberlo. Poseen cualidades que los hacen brillar de forma natural y con esa luz iluminan a los demás.
Los que necesitan intentar robar la luz de quienes le rodean, puede ser que logren llamar la atención por un tiempo, pero tarde o temprano, la luz retorna a quien le pertenece, irradia desde su verdadera fuente y la grandeza y la pobreza de alma siempre se revelan.
La humildad caracteriza a los que poseen la verdadera grandeza, así que si vez a alguien haciendo alarde de la suya, mira a su alrededor, lo más probable es que la fuente de luz esté muy cerca, pero sin duda, no le pertenece.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet