Desde siempre nos han tratado de vender la idea de que somos seres que necesitan ser completados… Que en alguna parte esa esa media naranja a nuestra medida, creándonos esa sensación de vacío y de que solo cuando demos con ese pedazo que nos falta, estaremos bien… Y desde ese concepto deformado de las relaciones y de lo que somos, vamos probando “mitades”, esperando que alguna complete, algo a lo que no le hace falta nada.
Cada estado tiene su valor
No con esto queremos decir que desestimamos la vida en pareja, que desconocemos los excelentes equipos que se logran y la satisfacción que se siente al compartir nuestra felicidad y nuestro comino con alguien a quien amemos.
La vida en pareja es maravillosa, pero procurarla desde una falsa necesidad distorsiona su sentido. Cada uno de nosotros tiene lo que necesita, en especial la capacidad de ser feliz por lo que es en su condición individual y la verdadera magia en las relaciones ocurre cuando dos personas que se saben completas, que no andan buscando ninguna de sus mitades, deciden acoplarse el uno al otro y recorrer sus caminos juntos.
Cuando nos sabemos completos no buscamos al otro por el interés de llenar el vacío, de ocupar lo faltante. Lo hacemos desde la plenitud y desde allí es desde donde realmente podemos amar, sin miedos, sin dependencias, sin buscar en el otro el sentido de la vida o actuar por miedo a descompletarnos nuevamente.
Disfrutar del amor, comienza por poderlo hacer con el que sentimos cuando nos miramos, cuando nos cuidamos, al aceptamos, cuando trabajamos en todo aquello que queremos mejorar sin agredirnos, sin juzgarnos, sin ser crueles con nosotros mismos.
Todo comienza en nosotros
Cuando aprendemos a tratarnos a nosotros, sabemos cómo queremos que los demás nos traten y tenemos un paquete interesante que ofrecer. Porque el amor más difícil de sentir puede ser el propio y solo quien se ama realmente, es capaz de amar a otra persona.
Todo lo demás son miedos encubiertos en el nombre del amor… Miedo a estar solos, a no ser suficientes, a no gustar, a no encajar, a ser juzgados, a mostrarnos tal cual somos… Y ellos se desmontan cuando nos amamos y nos relacionamos con personas que estimamos o sentimos que nos puedan amar… Y si nos damos cuenta de que es así, no prolongamos algo que nos hace daño y podemos marcharnos sin mayores dificultades, después de todo, sabemos que nos vamos completos.
No caigas en el juego de que necesitas a alguien para algo, para ser feliz, para que te represente, para que te ayude, para que te cuide… Necesitas a alguien para compartir toda la maravilla que eres, todas tus capacidades, para admirar las suyas, para practicar el arte del amor, aprendiendo cada día a dar y a recibir, creciendo y nutriéndose mutuamente… Y la verdad es que nada de esto realmente lo necesitas, pero es válido que lo quieras en tu vida.
Ama fluyendo con lo que eres
Ama de manera relajada a sabiendas que son dos seres que desde su libertad y su plenitud decidieron experimentar juntos… Y si estás en soledad, apréciala y sácale el mayor provecho.
En soledad aprendemos cosas de nosotros que nunca hubiésemos podido imaginar y si apartamos un poco los miedos que la envuelven, nos daremos cuenta de qué tan completos estamos y la independencia, autonomía y la certeza de que podemos estar bien estemos como estemos y sobre todo enteros… nos permitirá mirar el amor desde la grandeza del ser, sin darle un sentido utilitario a quien se acerque a nuestras vidas.
Si no le ves el sentido a la vida por ti, si no logras ser feliz por ti, si no entiendes la dimensión de quien eres, cuando estés con alguien más, tampoco lo harás.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet