RINCÓN del TIBET

Luego de superar tu partida, solo puedo desearte lo mejor

Luego de superar tu partida, solo puedo desearte lo mejor

Esperé este día con ansias, el día que me dejaras de doler, que pudiese recordarte sin sentir un nudo en mi garganta, me torturé durante mucho tiempo, te lloré muchas noches, hiciste que mi alma me doliera y no pudiera encontrar suficientes motivos para mantenerme en pie.

Mi corazón siempre albergaba la esperanza de que regresaras, sentía que de alguna forma retomarías tus sentimientos hacia mí, esos que en algún momento me llenaron de plenitud. Estaba cegada y negada a ver a mi alrededor y cuando lo hacía solo era para comparar mi entorno contigo y sentía más culpa, más dolor, más pesar.

Me encargué de inyectarle todo el drama posible a mi vida, martirizándome con recuerdos, reviviendo experiencias y recriminándome todo lo que pude haber hecho diferente, las formas en las cuales pude haber actuado que no generaran entre nosotros mayor distancia. Me recriminé incansablemente mi falta de madurez, mi falta de experiencia y cómo pude haber perdido a quien sencillamente era el amor de mi vida.

Tuve que pasar por todas las etapas conocidas del duelo, me sentía frustrada por no poder superar la situación que sacaba en mí lágrimas cada vez que una canción rondaba por el aire, cada vez que alguien me preguntaba por ti, cada vez que sin mucha intención veía una foto que me recordaba que ya no eras parte de mi vida.

Me tocó ver cómo me desprendías de tu vida, de tu corazón, cómo cada vez mi paso te era más indiferente, como me mirabas por obligación… me tocó ver cómo reconstruías tu vida… Me sentía frustrada por no haberlo hecho primero, por no poder encontrar en alguien más lo que mi alma pedía a gritos.

Mi ego no me dejaba ser feliz con nada, aprovechaba cada oportunidad para sentir dolor, culpa, resentimiento, dudas… Me desgaste, toqué fondo… Y de repente sin mucho más, abrí los ojos, entendí que ya no tenías nada que ver en mi vida, que era yo misma quien me estaba dedicando a torturarme, acepté que sencillamente los sentimientos y las intenciones no se obligan.

Aprendí que amar a alguien no garantiza ser correspondido, que la experiencia es ese peine que te regalan cuando ya estás calvo, y que sencillamente la vida continúa. Por ser ésta muy corta es necesario no engancharse a las cosas que carecen de sentido, es conveniente aceptar lo que no podemos cambiar y es necesario desprenderse de los apegos que nos encadenan, de las dependencias, de las necesidades y tomar siempre el aprendizaje de cada experiencia.

De la única persona de la cual depende ahora mi felicidad, es de mí misma, siempre fue así, pero no siempre estuvo claro. Ahora luego de un trabajo en el cual ya no tuviste nada que ver, un trabajo interno, puedo verte a la cara y sencillamente sonreír, darte gracias y desearte lo mejor.

 

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