RINCÓN del TIBET

Lo importante no es lo que se promete, sino lo que se cumple

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Lo importante no es lo que se promete, sino lo que se cumple

Muchas veces no se trata ni siquiera de mala intención, pero sin duda hay una gran brecha entre la cantidad de cosas que prometes y las que efectivamente se han cumplido.

Nuestras acciones siempre deben hablar más que nuestras promesas. Las palabras pueden estar cargada de emotividad, de miedo, de culpa, de compromiso, de evasión, etc. Y pueden intentar complacer a quien las escucha, pueden intentar mostrar una nueva faceta de nosotros o ser la representación verbal de lo que quisiéramos. Pero la intención más grande no necesariamente las lleva a llegar a la coherencia.

Ingenuo es quien escucha confiadamente lo que promete el otro. Evidentemente podemos prestarle atención y no restar mérito de algo que en especial nos interesa. Sin embargo, debemos ser cautelosos en cuanto a lo que hacemos depender de las palabras.

Permitamos que las acciones hablen, las promesas son dulces y enamoran nuestros sentidos, nos cautivan, nos proyectan a futuro, pero aun cuando nos alimentan el alma, si no se cumplen generan un efecto contrario. Generan decepción, desilusión, generan un cambio de planes obligatorio, generan vacíos y frustraciones.

Mientras que las acciones se encargan de darle sentido a las palabras, a las que se dijeron en medio de promesas o las que se callaron, pero se pensaron y se concretaron en hechos.

Aprendamos a escuchar con todos nuestros sentidos y en especial aprendamos a escuchar con el corazón. A través de él, nuestra intuición se manifiesta y leemos el entre líneas que nos da una pista si esas promesas que estamos escuchando, tienen o no posibilidades de llegar a concretarse.

“Mejor no prometas nada porque las promesas son horribles ataduras, y cuando uno se siente atado tiende a liberarse, y eso es fatal.” – Mario Benedetti

 

El romper una promesa a veces simplemente es el resultado de adaptarse a una nueva realidad, en la cual no hay cabida a lo que en el pasado se llegó a ofrecer. Esto a pesar de no tener que agradarnos, es una muestra más de que todo cambia, de que nada es permanente.

Todo compromiso debe ser mantenido desde el corazón, si no se convierte en una obligación. Las promesas, se deben renovar a diario, podemos tener hoy las mejores intenciones de que algo se mantenga e inclusive que se multiplique en el tiempo, pero esa es nuestra intención hoy, que no necesariamente coincidirá con lo que queramos mañana y menos aún podemos asegurar que será lo que queramos en un periodo de tiempo mayor.

En otras ocasiones, se mantienen las intenciones, pero las condiciones no son necesarias para darle cumplimiento a las promesas y lo mejor sin duda será no engancharnos a ello. En todo caso carguemos nuestro corazón de lo enriquecedor de la experiencia y dejemos salir lo que no nos agrade. Aprendamos a escuchar y sobre todo démosle un peso mayor a las acciones que a las cosas que prometes, veamos los que se promete como un aperitivo, pero no pretendamos saciarnos con ellas.

Solo debes prometer lo que estas dispuesto a cumplir…

Por: Sara Espejo

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