Las emociones negativas tienen una parte positiva…
…sacar bien del mal y del mal el menos
Si hablamos de emociones buenas y emociones malas, les damos una valoración moral que nos impide comprender su razón de ser. Y ésta es una lección inadecuada que aprendemos desde niños. El problema es que cuando pienso que una emoción es mala tiendo a eliminarla, así que me pierdo la posibilidad de aprender lo que tiene para enseñarme, y entonces en lugar de aprovecharla solo la padezco.
Dr. Norberto Levy
Las emociones, al igual que las sensaciones y las percepciones, forman parte del ser humano y está en nuestra naturaleza propia el poder manifestarlas, el problema no lo representan las emociones en sí, como creemos muchas personas, realmente el problema radica en cómo las interpretamos, cómo las manifestamos y cómo las manejamos.
Tendemos entonces a clasificar las emociones positivas de las emociones negativas casi automáticamente; según el Dr. Levy hay tres emociones consideradas básicas y universales, el miedo, la ira y la culpa, más sin embargo, el prototipo de la emoción negativa es la envidia y la más inhibitoria es la vergüenza.
Más allá de estas emociones primarias, sentimos una inmensa cantidad de emociones diariamente y a lo largo de nuestra existencia, que calificamos casi de forma inmediata como negativas, como lo son el miedo, el enojo, la culpa, los celos, entre otras, sin embargo, es importante sacar bien del mal y del mal el menos, por ejemplo, el miedo representa una señal en nuestro sistema, en nuestro cuerpo y en nuestra manera de afrontar las cosas, al igual que un tablero de auto que enciende una luz roja para que no desestimemos que algo está ocurriendo, sin embargo, nos enseñan desde pequeños a olvidar el miedo y nos dicen sencillamente que no es necesario sentirlo, ojalá esta apreciación fuera suficiente para que el miedo desapareciera.
No se trata de dejar de sentir el miedo, sino de poner atención en el presente a aquello que nos está generando esta emoción, buscar su causa y raíz y poder controlar nuestra reacción determinando si realmente puede dañarnos.
El enojo por su parte, deriva de la frustración y básicamente es importante determinar si esta emoción de enojo nos permite resolver la situación o sencillamente solemos transformarla en resentimiento, si ocurre de esta manera, entonces el enojo se convierte en una emoción destructiva, no solo para nosotros mismos sino para los demás, si por su parte el enojo nos permite solucionar una situación determinada, estaremos activando la parte positiva de esta emoción.
La emoción de la culpa tiene que ver directamente con nuestro sentido moral, con nuestros valores y principios, sentir esta emoción nos activa inmediatamente esa autolimitante que tenemos todos los seres humanos y en lugar de convertirla en una sensación autodestructiva para torturarnos, es preferible utilizarla para corregir la acción que hayamos cometido; la culpa puede convertirse en una gran aliada y guía para determinar nuestras acciones.
La envidia, los celos y la vergüenza, son emociones y situaciones universalmente humanas, la envidia nos las produce la constante necesidad que tenemos de comparar nuestra situación a la de los demás y de sentirnos insatisfechos ante algo que no hemos logrado; por su parte los celos, siendo una emoción ante el miedo a la pérdida, es necesario prestar atención al estímulo que lo produce y a la reacción que solemos tener, esto nos permitirá diferenciarlo de un estado normal de celos a un estado patológico; y por último la vergüenza, que representa una especie de pérdida sorpresiva e intensa de la autoestima y por lo general está ligada a la autoexigencia y al perfeccionismo, todas estas emociones pueden convertirse en verdaderas aliadas a nuestra vida y contribuir a nuestro progreso, contribuir a nuestra necesidad de ser cada día mejores personas y mejores seres humanos.
Saquemos bien del mal y del mal el menos y activemos de las emociones que consideramos negativas, esa parte positiva inherente a ellas.
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Prácticas para liberar emociones negativas a través de la reprogramación mental