Hay una gran diferencia entre rendirse y saber que ya fue suficiente
En la vida debemos tomar decisiones a cada paso, quizás las más trascendentales son aquellas que nos llevarán a vivir un escenario totalmente distinto al que hemos venido manejando. Esas decisiones en las cuales tenemos la opción de parar, de no seguir más, de darnos la vuelta y marcharnos sin duda pueden representar las más difíciles.
Es de suponer que cuando elegimos un camino, lo hacemos desde el convencimiento de que nos llevará a un lugar en el cual queremos estar y que el trayecto será interesante en su recorrido, sin embargo, puede ocurrir que sencillamente se torne totalmente diferente a lo que queremos vivir.
Algunas veces nos resistimos a dejar ese camino, por el tiempo invertido, por todo lo que llevamos recorrido, por las ganas, por lo que fue en algún momento, para ver si las cosas se tornarán mejores o sencillamente porque queremos medir nuestras capacidades y ver a dónde somos capaces de llegar.
Sin embargo, en este empeño se nos puede ir la vida misma, podemos perder lo que somos, podemos perder más tiempo y alejarnos cada vez más de algo placentero.
Hacemos los caminos al andar, pero algunas veces factores externos a nosotros tienen participación en la creación de esos caminos o simplemente existen limitaciones que no dependen de nosotros que nos impiden el paso.
Debemos marcar una distancia entre lo que quiere nuestro ego, para probarse a sí mismo, para posicionarse y lo que realmente nos genera bienestar, esto por lo general es lo que quiere nuestro corazón, que siempre sabe cuál es el camino que nos llevará al mejor destino. Sin embargo, escuchamos las dos voces y no sabemos muchas veces distinguir de dónde vienen, porque nuestro ego suele intentar imitar la voz de nuestro corazón.
Cuando ya hemos dado lo mejor de nosotros, dentro de los parámetros que nos preserven nuestra integridad, cuando hemos intentado con todos los recursos que tenemos obtener un resultado particular y no lo hacemos, es un buen momento de decirnos que ha sido suficiente, que una lucha más allá de la que se ha sostenido atentaría contra nuestro bienestar.
No se trata de rendirnos, se trata de tener el temple necesario para decir hasta aquí, de preservar lo que nos quede para invertirlo de una mejor manera. Cuando nos resistimos, cuando dejamos que los miedos se apoderen de nosotros y nos encasillamos en algo que no podremos alcanzar, la frustración y derrota nos marcarán de forma más extrema.
Aprende a distinguir cuándo ya diste lo que tenías que dar, sin mezquindad y a reconocer que a pesar de todos los esfuerzos, no obtendrás los resultados que quieres… Aprende a decir adiós, a renunciar, a dejar atrás y sobre todo a amarte, a cuidarte en cualquier circunstancia y a pesar de todo.
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Prohibido rendirse ante la vida…
Lo que no me destruye, me fortalece
Aunque sientas el mundo entero en tu contra… Sigue adelante
Las cosas que más nos cuestan en la vida, son las que más valoramos