Hay heridas que permanecen en lo profundo del alma…
Es prácticamente inevitable salir lastimados alguna vez en la vida, caemos y debemos levantarnos un millón de veces de ser necesario…así lo manda la vida, el ser positivo, dinámico, tener las disposición de vivir, y es que a final de cuentas siempre debemos agradecer el poder estar aquí.
No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Miguel Hernández
Muchas veces sufrimos heridas profundas, decepciones amorosas, traiciones, rupturas, separaciones o pérdidas de seres que amamos, cosas que parecen ser fortuitas o cuestión de suerte, para aquellos que creen en esos sucesos, la llamada fatalidad se hace presente, infalible y simplemente nos arrebata un instante de vida en un suspiro.
Podemos pensar en que es justo o injusto, esto no viene al caso, simplemente hay heridas que permanecen en lo más profundo del alma y que por más que pase el tiempo, que aceptemos y decidamos transformar, siempre estarán allí, como una grieta en el alma, que de vez en cuando resurge y sentimos un agudo dolor acompañado por el sentimiento y la sensación de la tristeza.
Si puedo evitar que un corazón sufra, no viviré en vano; si puedo aliviar el dolor en una vida, o sanar una herida o ayudar a un petirrojo desmayado a encontrar su nido, no viviré en vano. Emily Dickinson
Los momentos suelen ser revividos a través de los recuerdos, podemos repasar fielmente, esos momentos que han marcado nuestra vida, tanto de felicidad como de tristeza, lo que de alguna manera cambia es la impresión que recibimos en ese entonces, cuando lo recordamos y nos damos cuenta que igual que ayer duele, también observaremos que la impresión cambia, se hace más compasiva, más nostálgica y quizá una lágrima ruede por nuestra mejilla, pero seguirá siendo eso, un recuerdo doloroso.
No podemos luchar contra nuestras emociones, por negativas que sean, eso no solucionará nada, tampoco reprimir es una opción válida, a fin de cuentas tendremos que asumir y afrontar la tristeza, permitir realmente que ese dolor pueda pasar a recuerdo, doloroso, intenso y escondido en nuestra alma, pero recuerdo al fin.
(…) Se estaba muriendo de una enfermedad no menos mortal que las que aparecen en un obituario; de una herida interior incurable: tenía destrozado el corazón. Charles Maturin
Cuando perdemos a seres amados, solemos atravesar una especie de sueño increíble, siempre pensamos que estamos a ajenos a algún tipo de sufrimiento, perder un hijo, un padre o madre, una pareja…son dolores distintos, intensos todos, pero distintos, nunca pensamos que seamos capaces de tolerar ciertas pérdidas, de asumir ciertos sucesos, hasta que simplemente ocurren, caemos en cuenta entonces, de la vulnerabilidad de la vida material, del tiempo perdido, de los errores cometidos y nos llenamos la vida de porqués…
Las heridas que permanecen en lo profundo del alma, siempre estarán allí, como pequeñas espinas en un rosal, latentes, dormidas, serenas y ardientes, representando aquello que fue que ya no es más…que no volverá, no es menester perforarnos la vida para sacarlas, déjalas fluir, son parte de ti, son dolores que jamás se irán y que se hacen parte de nuestro carácter, de nuestra sensibilidad y de lo más íntimo, pues únicamente tu sabrás lo que se siente.
Hermosas heridas que nos recuerdan que amamos, que fuimos y somos amados y que además estamos vivos y pudimos disfrutar y contar alguna vez, con ese ser, con esa persona, con ese amor, con esa compañía que ya no está más que en nuestra alma.
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