RINCÓN del TIBET

El no cerrar un ciclo, nos impide comenzar otro

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El no cerrar un ciclo, nos impide comenzar otro

Somos especialistas en torturarnos la vida, cuando tenemos algo o bien no nos satisface, o no lo queremos, o nos satura, o queremos algo diferente, cuando tomamos la decisión de apartarlo, o bien nos vemos involuntariamente obligados a apartarnos, podemos quedarnos enganchados a ese ciclo a niveles altamente desgastantes.

Y con qué capacidad contamos para apegarnos a algo que ya no podemos tener, que hemos perdido, nos convertimos en masoquistas sin tregua, podemos sentir culpa, más de la que justamente podemos atribuirnos, podemos liberar a la otra parte de responsabilidad alguna, podemos idealizar hasta lo que nos disgustaba, llegando incluso a extrañarlo, nos quedamos tan enganchamos que nos volvemos incapaces de avanzar.

El mundo sigue girando y nosotros nos hemos detenido, vamos para los lados solo para encontrar el detalle que detonará nuestra nostalgia, buscamos maneras de comparar y siempre encontramos reafirmarnos que nuestra vida era como la queríamos y no supimos valorarla y peor aún que no seremos capaces de encontrarnos en una situación igual o mejor por lo que nos quede de vida.

Todas estas limitaciones nos impiden cerrar los ciclos, estos son ejemplos, pero hay muchas maneras de sabotear el cierre de un ciclo. Y si nos quedamos con esas ideas rondando en nuestras mentes, el universo, que es feliz complaciéndonos se encargará de darnos la razón y muy probablemente vivamos un estado de inconformidad y frustración por un muy largo periodo de tiempo, hasta que no cerremos el ciclo.

Debemos entender que si algo no era lo que queríamos en un momento dado, los resultados no pudieron haber sido diferentes, la experiencia se gana a pulso y por fortuna o por desgracia no contamos con los mismos recursos en todos los momentos de nuestras vidas, pero esto no tiene que ser el fin, debemos levantar la mirada y observar las infinitas posibilidades que se abren ante nuestros ojos con la simple intención de querer verlas.

Podemos lamentar aquello que perdimos, pero no podemos hacer de ese lamento algo eterno, todo cambia, nadie garantiza un resultado feliz de haber sido otros los acontecimientos. Todo lo que nos ocurre debe generarnos crecimiento, crecimiento útil para futuras ocasiones, no para lamentarnos una y otra vez, o querer retroceder el tiempo para hacer las cosas de una manera diferente.

Cuanto más rápido entendamos que debemos dejar fluir las cosas y no dejarlas represadas en nuestro interior, más pronto estaremos preparados para poner en práctica todo lo aprendido y seguramente ganar muchas más experiencias que de a poco nos llevarán a estar donde queremos.

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