Diferencias entre ser egoísta y amarte a ti mismo
Muchas veces no sabemos reconocer cuándo nos estamos amando a nosotros mismos y cuándo estamos siendo egoístas en el proceso. La verdad es que la línea puede ser bastante delgada e inclusive puede haber situaciones en las cuales se solapen las condiciones de egoísmo y de amor propio.
El amor propio se caracteriza por la búsqueda del bienestar propio, de la aceptación hacia nosotros mismos y el tratar de sacar el mayor provecho a nuestra experiencia con la certeza de que esto es posible conseguir, sin necesidad de aprovecharse o de afectar negativamente a otra persona.
Mientras que una característica del egoísmo es el bienestar a cualquier costo, aunque esto implique desmejorar las condiciones de alguien más o simplemente pasarle por encima.
Quien se ama a sí mismo por lo general no tiene inconvenientes en desarrollar relaciones interpersonales sanas y respetuosas, mientras que el egoísta desarrolla lazos basados en el interés y en el carácter utilitario de las personas que le rodean, lo cual más temprano que tarde resulta evidente para esas personas que buscarán marcar distancia.
Quien se ama a sí mismo es capaz de empatizar con facilidad con los demás, de sensibilizarse ante el dolor ajeno y mostrarse dispuesto a colaborar en la medida de sus posibilidades, quien es egoísta, será prácticamente incapaz de darse cuenta de lo que padece otra persona, o en toda caso no le dará ningún tipo de importancia, a menos que por algún motivo alguna situación pueda de afectarle directa o indirectamente, en cuyo caso él será el centro de su atención y todas las medidas tomadas serán a su favor.
La persona que se ama a sí mismo se siente capaz de proveerse de lo que necesite, por lo que le será sencillo compartir lo que tiene, sin miedo a no disponer de ello el día de mañana, el egoísta todo lo quiere para sí, le cuesta dar algo de sí, cualquier cosa que sale de él, representa una pérdida, sin importar el beneficio que pudiese generarle.
El egoísta necesita reconocimiento constante, aprobación externa, necesita obtener un provecho de cualquiera de sus acciones, nada lo hace de forma desinteresada o espontánea, sino que sus acciones responden a una estrategia con un fin específico. Quien se ama a sí mismo solo necesita de su aprobación, no necesita llamar la atención, ni ser reconocido, él puede reconocer sus logros, sus méritos, sus buenas acciones y no pasa nada si otra persona ni lo nota.
Como vemos hay una brecha importante entre alguien que sabe amarse y se respeta y en base a ese amor es capaz de fomentar relaciones sanas, con límites establecidos, en ausencia de manipulaciones y de cara a la honestidad en una relación ganar – ganar. Mientras que el egoísta solo buscará estar bien él, sin importar que todo a su alrededor se desvanezca, porque nada más importa más allá de metro cuadrado de alcance.
Podemos amarnos incondicionalmente sin ser egoístas, aunque muchas veces ese amor nos lleve a tomar decisiones no siempre agradables para el resto, donde nos podrán llamar de muchas maneras, pero si sabemos que estamos actuando bien, sin generar daño a nadie, podemos estar tranquilos y seguir fomentando la relación más importante y más larga que podemos tener. A fin de cuentas mientras más nos amemos, más podremos amar a los demás.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet