Cuando las mentes se atraen, los cuerpos son lo de menos
Ciertamente en la mayoría de los procesos de acercamiento entre dos personas, podemos afirmar que la atracción física tiene mucho que ver para generar las primeras acciones. Pero inclusive en estas primeras interacciones, existe una especie de flechazo que se da por algo que va más allá de la atracción física, algo que muchas veces no podremos explicar, sino que sentimos que nos llama y nos atrae como si de una fuerza magnética se tratase.
La mente es algo tan etéreo que se asocia a tantas cosas, pero que a fin de cuentas no podemos ni siquiera darle una ubicación dentro de nosotros mismos… Pero cuando alguien que conocemos logra penetrar en ella, es como si se apoderara por completo de todo lo que somos.
No podemos escapar de la atracción mental, somos seducidos por procesos afines, por coincidencias únicas, como si encontrásemos a aquella persona con la cual sin mayor esfuerzo nuestro ser engrana y por primera vez tenemos la impresión de que algo nos hacía falta para funcionar mejor, y así cada uno, dos sistemas perfectamente independientes son capaces de acoplarse para aportar y a la vida del otro.
Cuando sentimos este tipo de atracción por alguien, encontramos la belleza donde realmente está, en lo que siente quien mira. Tomamos consciencia de que la belleza la dan los ojos de quien la observa, de quien admira, de quien contempla… Así un cuerpo atractivo, unos lindos ojos, un rostro lozano, solo es añadidura cuando la atracción va más allá de ello.
La belleza física es tan circunstancial, tan pasajera, tan atada a un estereotipo, si no te enamoras del alma de las personas, siempre buscarás un reemplazo, porque todo lo que un día viste que llamó tu atención irá perdiendo brillo, se hará costumbre o hasta te cansará… Cuando vamos más allá, cuando nuestra mente siente refugio adecuado en otra mente, con la que puede proyectarse, cuando nuestro corazón sincroniza con el de alguien más y logramos que su felicidad sea la nuestra y sus angustias las sintamos como propias, estaremos conectando dos almas que se saben eternas y que han encontrado a ese ser que de alguna forma pertenece a su vida.
No hay que esforzarse mucho para amar cuando la atracción mental está presente, sin embargo cuando la unión viene derivada de una mera atracción física, se requiere de mucha energía invertida, que aun así, no garantiza que el amor real pueda darse. No necesitamos trofeos de exhibición, ni reflejarnos en los ojos más hermosos, necesitamos esa compatibilidad que solo se da desde aquello que no podemos apreciar con los nuestros sentidos, desde donde el amor verdadero nace y por lo general se queda para siempre, inclusive cuando los cuerpos no están cerca.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet