RINCÓN del TIBET

Cuando el dolor es sinónimo de fortaleza

Cuando el dolor es sinónimo de fortaleza

Es importante conocer todas las emociones. Esquivar el dolor nos mantiene en una burbuja, pero sentirlo es un tremendo aprendizaje para la vida.

 

 Cuando el dolor es sinónimo de fortaleza

Desde pequeños nos dicen que sentir dolor es malo y cuando vamos creciendo tratamos de evitarlo dejando de lado la gran enseñanza que nos perdemos. Pero hay una realidad dura e ineludible: nadie puede escapar de él.

 

El dolor nos está esperando a donde vayamos. Se coloca sobre nuestros hombros y, aunque tratemos de deshacernos como si fuera una maleta en la cinta transportadora no se irá para ningún lugar del mundo, seguirá girando y girando hasta decidamos recogerlo pieza por pieza.

Transportamos nuestro dolor a los sitios más hermosos, no hay escenografía que lo haga más suave.

Cubrir nuestro dolor es igual a intentar tapar el sol con un dedo, podemos hacerlo fugazmente y caer en la ilusión de que “ya paso”. Sentimos que nos morimos de dolor pero la mayoría de las veces es en el sentido más literal, puede que se mueran muchos de nuestros “yoes”, todo lo que nos condujeron al actual presente dolor.

Puede que el cuerpo quede cansado de tanto llorar, que sintamos que nada vale la pena, que las personas no nos entienden, que por qué a mí… ¡Despierta! El dolor transforma, nos hace buscar el sentido a la vida y eso es grandioso.

Abraza tu dolor e invítalo hacer parte de tu vida

Cuando el dolor nos parte, no hay forma que nos preguntemos el porqué de su existencia. No te resistas a su presencia, ya que si intentas evitarlo se instalará en ti sin que se resuelva. Dejar que se quede e integre a nosotros es hacerlo parte de nuestra historia, de nuestro ser y crecer en el proceso.

No es una tarea fácil, siempre nos preguntaremos hasta cuando debemos aguantarlo. Cuándo seremos los que fuimos antes, cuando la vida volverá a ser la misma después de ese hecho. Todos alguna vez hemos querido escapar del dolor, concentrándonos en el trabajo o en las relaciones livianas, y cuando corremos el velo ahí está esperando que nos ocupemos de él. Así lo explica la periodista y escritora Valeria Schaparia en su libro “Dolores del alma. Un viaje del dolor al buen amor”.

Como dice la monja budista Pema Chödrön: “Querer escapar del dolor es la razón por la que mucha gente empieza un camino espiritual. Y puede ser una buena motivación, porque nos empuja a buscar respuestas. El problema es que la mayoría de nosotros pasa toda su vida yendo de una promesa de liberación a otra, pero nunca se queda con el dolor el tiempo suficiente para aprender algo de él”.

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