RINCÓN del TIBET

Cae siete veces, levántate ocho

Cae siete veces, levántate ocho

No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo.

 No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento. Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque lo has querido y porque te quiero, porque existe el vino y el amor, es cierto. Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas, quitar los cerrojos, abandonar las murallas que te protegieron, vivir la vida y aceptar el reto. Recuperar la risa, ensayar un canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos.

(…)

Porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento, porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti

 

Siempre sale el sol

Suele ser complicado levantarse tras una caída. Nos duele el cuerpo, nos tiemblan las piernas y no conseguimos mantenernos en pie. Sin embargo, a pesar del sufrimiento, siempre podemos buscar un punto de apoyo en nuestro interior.

Todos tenemos motivos para resurgir por monótona, solitaria o dolorosa que sea nuestra vida. Personalmente, aunque el frío queme, ser fuerte es la mejor opción.

Mario Benedetti nos ilustró con fuerza en este poema que todos somos capaces de salir adelante, que rendirnos nunca es una opción real aunque pase cientos de veces por nuestra mente.

 

Y esto es la resiliencia, RESISTIR. Para ello es bueno crearse un lema como por ejemplo “persiste, insiste y resiste” o recordar poemas como el que os hemos presentado anteriormente.

Esto nos ayudará a remontar en los momentos difíciles, a recordarnos que si somos débiles es porque podemos ser fuertes, a asumir los aprendizajes de las caídas, a tener la fuerza y el coraje suficientes para deshacernos de lo que nos aprisiona y no lastimarnos más de la cuenta.

Aceptar la vida con sus más y sus menos

De todas maneras sufrimos más de lo necesario. Esto sucede porque nos equivocamos en la forma de actuar ante las adversidades. Es decir, las confrontamos, cuando lo que tenemos que hacer es aceptarlas y experimentarlas. Al fin y al cabo, después de la tormenta siempre llega la calma.

Es decir, ¿por qué luchamos contra la tristeza cuando llega hasta nosotros para decirnos algo? ¿No es normal estar triste cuando has perdido el trabajo? ¿Y estar enfadado cuando algo es injusto?

Cuando algo se pone feo en nuestra vida lo adecuado es dar un paso y echar el freno. Como es obvio, esto resulta bastante dificultoso teniendo en cuenta que hemos aprendido a luchar contra lo que no nos hace sentir del todo bien.

 

Ser feliz no es un sentimiento, es una decisión

Existe el placer y existe la dicha. Renuncia a lo primero para poseer lo segundo

Buda Gautama

La felicidad no es exterior, es interior; por lo tanto, tu felicidad depende de ti. Claro que lo que ocurre a tu alrededor puede o no ayudar, pero al fin y al cabo la última decisión la tomas tú.

De hecho, ser feliz implica sufrir, es una condición extraña porque solo el fuerte la resiste. Qué irónico, ¿verdad? Lo cierto es que no resulta tan raro pensar que la felicidad implica la plenitud, que es un equilibrio emocional que también necesita de la tristeza y de los obstáculos.

No vamos a ser más felices por tener más sensaciones de placer, ya que sentirlo por mediación del cuerpo no nos ofrece más felicidad. Tampoco lo seremos por tener menos problemas en la vida, por resolverlos rápidamente o por llenar nuestra carrera de triunfos.

La felicidad supone un reencuentro con uno mismo que va más allá de la satisfacción. No conseguiremos esa sensación sino es aceptando y experimentando lo que acontece a nuestro alrededor. Por eso necesitamos escuchar el dolor de la caída, porque será la única manera de levantarnos a pesar de que las heridas nos hayan dejado tocados.

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