A veces tienes que olvidar lo que sientes y recordar lo que necesitas
A menudo, las personas nos aferramos en exceso a nuestros sentimientos. A ese sufrimiento que nos esclaviza a los errores cometidos, a un pasado donde nos hicieron daño.
Nos empeñamos, por ejemplo, en continuar con una relación que nos deja cada vez más cicatrices, y que solo nos regala infelicidad. Somos cautivos de esos sentimientos que asfixian y que nos impiden avanzar, que crean muros y construyen fortalezas.
Ahora bien… ¿Cuándo fue la última vez en que te preguntaste de verdad, qué es lo que necesitas? Piensa en ello, reflexiona solo unos instantes afinando las cuerdas de tu voz interior.
Nadie es egoísta por atender sus necesidades
¿Te han etiquetado alguna vez de egoísta porque has expresado en voz alta aquello que era importante para ti? ¿Por actuar de acuerdo a tus necesidades? Es muy posible. A pesar de que la vida es un sencillo acto en el cual todos deberíamos dejarnos llevar en armonía y respeto, en ocasiones, las personas tendemos a complicar las cosas con un arte muy peculiar.
Lo mio y lo tuyo. Lo nuestro… ¿dónde está el equilibrio? ¿Por qué si en algún momento demandamos que se respete nuestro espacio personal y nuestra identidad, piensan que actuamos con orgullo? Posiblemente porque muchos, hemos perdido quizá el valor esencial de respetar al otro. De calzar sus mismos zapatos, de empatizar.
Tus necesidades son los pilares en los cuales se sustenta tu autoestima, los valores que te definen, tu crecimiento personal y tu fortaleza emocional. No permitas que se vulneren estos templos sagrados que te integran en tu mundo, que te permiten ser feliz.
Cuando los sentimientos no nos dejan ver nuestras necesidades
Suele ocurrir a menudo. Durante muchos momentos a lo largo de nuestra vida, lo damos todo por alguien. Lo más probable es que nos volquemos con todo nuestro ser hacia la persona amada.
Atendemos sus gestos buscando siempre su felicidad, el vernos reflejados en su mirada para sentirnos queridos y reconocidos. Puede que incluso hayamos renunciado a determinadas cosas por compartir vida con esa pareja. Y como tal, todo valdrá la pena si el amor se vive de la forma más plena posible.
No obstante, hay veces en que ese hilo se rompe, se escapa la magia, se entornan los ojos acomodándonos en esquinas donde llorar porque ya no nos sentimos amados. Y sin embargo, mantenemos la esperanza… Un día, tras otro. Nos decimos que las cosas pueden cambiar si nos esforzamos…
Que tal vez si hacemos esto, lograremos aquello, que si callamos y cedemos conseguiremos algo. Pero el quizá son puntos suspensivos que nos hacen vivir en una espera de infelicidad eterna, de subidas y bajadas de ánimo. Nos aferramos a la desesperación y la tristeza, olvidándonos de plantear la pregunta más importante de todas…
¿QUÉ ES LO QUE NECESITAMOS?
- Merezco ser amado/a con integridad y respeto.
- Necesito dejar de ser esclavo de la tristeza.
- Quiero dejar de llorar y que el día me descubra con la mente despejada y el corazón lleno de ilusiones.
- Merezco que se escuchen mis palabras, que me miren a los ojos y me hagan sentir arropado/a, comprendido/a y valorado/a.
- Necesito un abrazo que alivie mis miedos, que me arraigue a la tierra y que encienda mis sueños.
- Ansío dejar de acostarme con falsas esperanzas y despertarme con desilusiones…
Merezco volver a ser yo mismo y no el reflejo del sufrimiento. Hay momentos de nuestra vida en que nos apegamos a determinados sentimientos de una forma ciega y poco saludable. Perderás tus “alas” si lo haces, ya no podrás crecer ni avanzar en este sendero vital donde todos merecemos ser felices.
Olvidar lo que te aferra para liberarte
Hemos hablado del amor como una de las causas más comunes de sufrimiento interior, de dolor emocional que nos hace olvidar en ocasiones lo que necesitamos en realidad: aspirar a la felicidad sin apegos, con integridad y plenitud.
Ahora bien, también existen muchas otras dimensiones que nos hacen sentir emociones que lejos de aportarnos esperanza, sabiduría, liberad o integridad, nos hacen olvidar también lo que necesitamos en realidad.
Reflexiona unos instantes sobre tu vida actual.
- ¿Qué te preocupa? ¿Sientes que el trabajo que tienes ahora no te hace sentir bien, que no te respetan o reconocen tu valía? Puesto que ya sabes qué sientes, pregúntate ahora qué necesitas.
- Piensa ahora en ti mismo, en la etapa que te encuentras ahora haciendo balance con el pasado. Hazlo durante unos instantes para, seguidamente, volver al “aquí y ahora”. ¿Qué crees que necesitas en este mismo instante, qué dice tu “niño interior”? ¿Desea explorar caminos nuevos? ¿Quiere reír, quiere escapar? ¿Necesita abrazar a alguien?
Escúchalo, escúchate. Tus necesidades son tu idioma, son los latidos de tu corazón y el susurro de tu mente pidiéndote que te permitas ser feliz. Abre los ojos a la vida y siéntela con toda su plenitud.