RINCÓN del TIBET

No reconocerás el peso de la carga, hasta que lo sueltes

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Muchas veces no reconocerás el peso de la carga, hasta que la hayas soltado

Nuestras cargas pueden tener la particularidad de que su presencia puede inclusive pasar desapercibida en nuestras vidas, sin significar esto que sean de peso ligero o fáciles de llevar, solo que nos hemos acostumbrado tanto a ellas, a su presencia, que no sabemos distinguir o recordar cómo era nuestra vida sin eso peso.

A veces hemos adoptado cargas por períodos tan largos, que comenzaron en un principio siendo ligeras, pero fueron incrementándose paulatinamente. Junto a su crecimiento, vino también nuestro fortalecimiento, el desarrollo de habilidades que nos permitieran llevarlas a cuestas. el sacrificio muchas veces de dejar cosas que deseábamos de lado por no poder deshacernos de nuestras cargas, que una vez que anidan, parecen querer echar raíces y perpetuarse en nuestras vidas. Las cargas son como los invasores, no son bienvenidos, abusan y no se quieren ir.

Resulta contraproducente no notar esas cargas, porque no buscamos la forma de soltarlas, no sentimos necesidad de aligerarnos, solo sabemos, en el mejor de los casos, que las llevamos a cuestas, que podemos hacerlo, pero no tenemos intenciones de dejarlas.

Algunos dirán que si pueden llevarlas, ¿cuál es el problema? El problema es básico, nunca llegarás tan alto como puedes, nunca podrás enterarte de lo bien que puedes llegar a estar, perderás oportunidades por estar invirtiendo tus energías en otras cosas y te acostumbrarás a que una vida cargada de cosas innecesarias es lo que “te tocó” vivir, sin entender que estás cediendo el control de tu vida.

Solo nosotros decidimos qué hacemos con nuestra vida, solo nosotros decidimos qué cargas llevar. Y cuando hablamos de cargas, nos referimos a todo aquello que no nos corresponde, no nos pertenece o hemos adoptado de manera inconveniente. Entendamos que las responsabilidades no son cargas, pero sí lo son las maneras cómo asumimos las responsabilidades.

Es decir, una madre enferma no es una carga, pero el cargarnos de ira, de resentimiento, de victimización, por tener que hacernos responsables de esa condición sí es una carga. En estos casos no nos alejamos de la madre enferma, sino del enfoque tóxico que le hemos dado a nuestro rol.

Cualquier cosa que reste, que no aporte, que nos lleve a menos, especialmente en nuestra mente, debemos soltarla, porque representarán un peso que no es conveniente soportar. Y muchas veces solo será al momento de soltarla en el cual notaremos el peso que veníamos llevando y podremos apreciar la diferencia entre un antes y un después.

Aprendamos a soltar, a decir adiós, a liberarnos de malos pensamientos y malos sentimientos, dejemos atrás lo que no nos conviene en el presente y aprendamos a darle un sentido adecuado a cada uno de nuestros procesos y nuestras acciones.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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