No conviertas una enfermedad en tu enemiga, aprende a sacarle el mayor provecho
Ciertamente las enfermedades no son nada deseables. Nadie en su sano juicio mental puede querer enfermar, sin embargo, las enfermedades son la oportunidad perfecta para aprender las mayores lecciones de la vida, eso sí, en un marco de crecimiento que nos puede hacer sufrir y sacudirnos de formas radicales.
Las enfermedades se presentan como un llamado de atención para que atendamos en nuestras vidas algo que no está bien y no necesariamente tiene que ver con el funcionamiento o cuidado de la parte física de nuestro ser, sino con situaciones emocionales no resultas que nos han hecho afectar el rumbo natural de crecimiento armónico de nuestra alma.
Cuando una enfermedad toca a nuestra puerta, nadie quiere dejarla entrar, pero a veces no tenemos mayor opción, y el toque es mera cortesía, porque ya nuestro cuerpo había intentado por otras vías más sutiles avisarnos que debíamos cambiar o resolver algo en nuestras vidas, pero no nos percatamos de los avisos sutiles, los dejamos pasar, ignorándolos o menospreciándolos.
No todo es tan malo, primero que todo debemos entender que nuestro cuerpo es solo nuestro vehículo para nuestra misión en este plano, partiendo de allí, podemos restarle importancia a nuestra permanencia acá, nuestra vida es eterna y continuada, hasta volvernos consciencia pura, pero mientras eso ocurre iremos vida tras vida experimentando y aprendiendo.
Esta teoría no nos tiene que hacer perder el valor de nuestra vida, por el contrario, debemos apreciar cada experiencia mágica y maravillosa que tenemos oportunidad de vivir, incluyendo lo positivo y lo negativo de ellas, porque a fin de cuentas todo parece ser un juego, donde siempre se gana, pero que sin duda podremos aprovechar más el tránsito para prestarle atención a lo importante.
La enfermedad es una de las formas que podemos manifestar cuando debemos dar un giro a cómo hemos venido apreciando la vida, incluso la utilizamos como un mecanismo inconsciente para escapar de situaciones que no queremos afrontar.
La sanación real poco tiene que ver con las demandas inmediatas del cuerpo de determinada atención médica, tratamiento, reposo, etc. La sanación comienza desde lo más profundo, cuando perdonamos, cuando identificamos las cargas y heridas emocionales que llevamos con nosotros, cuando aprendemos apreciar las cosas importantes de la vida, cuando aprendemos a decir sí o decir no, es cuando nuestro cuerpo se libera de la enfermedad como recurso y retoma su naturaleza con su funcionamiento sano y perfecto.
Aprendamos a escuchar a nuestro ser sin que sea necesario enfermar, pero en caso de que llegase a ocurrir, valoremos la enfermedad como una oportunidad incomparable de crecer y reconciliarnos con la vida.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet