Quien dice amarte solo cuando le complaces, no te ama, te utiliza
Ciertamente a todos nos encanta que nos complazcan, especialmente cuando de nuestras parejas se trata, pero pretender amar a quien está a nuestro lado solo en cuando vemos algunas de nuestras necesidades cubiertas por esa persona, resulta sin duda injusto y no habla en lo absoluto de amor, más bien habla de oportunismo de nuestra parte por utilizarlo.
Cuando amamos no estamos buscando motivos para ello, simplemente ocurre, no es una consecuencia de obtener un bienestar a través de esa relación. Evidentemente una relación nutrida de detalles, de aportar en la vida del otro puede resultar más placentera, puede lograr mejores acoplamientos para ambas personas, pero no podemos desvirtuar las cosas y amar de manera proporcional a qué tan complacidos nos sentimos.
Las relaciones sanas se basan en un intercambio y en una reciprocidad balanceada, ya cuando hacemos que predominen nuestras necesidades nos comenzamos a vincular por las razones equivocadas, comenzamos a querer estar con alguien por lo que nos aporta, por lo beneficiados que nos vemos manteniendo un determinado nexo, dejamos de lado los verdaderos pilares de una relación y terminamos por utilizar a las personas en lugar de amarlas.
En el dar hay un placer que supera el que se halla en el recibir, algunos estudios han demostrado que inclusive la segregación de hormonas que nos hacen sentir de excelente ánimo, al dar es superior a la que se produce al recibir, y si se trata de nuestras parejas, pues mayor placer debemos encontrar. Pero aprendamos a establecer límites y sobre todo a aceptar las posiciones que ocupamos en la vida de esa persona que para nosotros resulta especial.
Muchas veces por lo que sentimos, por querer retener a alguien o simplemente ganar su amor terminamos dando demasiado y nos utilizan, sin importar ni siquiera si estamos siendo correspondidos o si los sentimientos que nos profesan solo se manifiestan como consecuencia de lo que hacemos por la otra persona.
Todos tenemos a alguien dispuesto a amarnos tal cual somos, sin esperar nada de nosotros, sin que nos convirtamos en sus proveedores y sin hacernos sentir que no somos lo suficientemente valiosos como para no merecer que nos amen si no complacemos a los demás. Así, tal cual somos merecemos quien nos valore, que no quiera utilizarnos y nos ame en todo momento, inclusive en aquellos momentos en los cuales podamos nosotros mismos dudar si realmente merecemos ser amados y respetados.
Si nosotros mismos logramos darnos el valor que merecemos, a quienes nos rodean, les resultará mucho más sencillo hacerlo.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet