RINCÓN del TIBET

Nadie puede ser más ajeno que la persona que amabas en el pasado

Nadie puede ser más ajeno que la persona que amabas en el pasado

Resulta paradójico pensar que algo que fue tan nuestro, que sentimos prácticamente parte de nosotros, que nos llenaba o complementaba, sencillamente da un vuelco total y se convierte en algo tan ajeno e inalcanzable, inclusive más que un completo desconocido, cuando por una u otra causa la relación mantenida llega a su fin.

Estamos hablando específicamente de relaciones amorosas entre parejas, aquellas a las cuales les encaja perfectamente el prefijo ex. Al terminar pueden ocurrir varias cosas, que la relación desaparezca por completo, que queden como amigos, que queden como amigos con algunos beneficios… en cuyo caso la relación no termina de acabar…

Cuando la relación en definitivamente termina, que decidimos concretamente cerrar un ciclo, esa persona se vuelve para nosotros y nosotros para ellos, en la mayoría de los casos, objetos obtenidos y donados, donados a la vida, a la buena ventura, a la suerte, ya las cosas de la otra persona tienen forzosamente que dejar de importarnos, ya las relaciones comunes se van distanciando, los lugares que se compartían se convierten en poco o nunca frecuentados, cerramos la ventana que una sencilla canción  solía abrir.

Lo más dramático de todo son las caricias, el amor, los buenos días, los reclamos y reproches que ya no tendrán ese destinatario nunca más… Esa mirada cómplice ya no existirá, esa búsqueda bajo las sábanas y esa necesidad de estar juntos se ahogará en la indecisión de hacer una llamada o dejar que las cosas sigan su curso, un curso decidido o forzado.

Ya no nos pertenece, nunca fue nuestro es cierto, pero así lo sentíamos, y cómo podemos expresar esa ausencia, que puede inclusive haberse curado del dolor, cómo se sustituye a una persona en el corazón, cómo podemos sencillamente pasar la página, si en el fondo sabemos que no hay nadie que pueda sentir por esa persona lo que nosotros sentimos en algún momento, que nadie la conocerá tan bien, que a nadie le importará tanto su bienestar como a nosotros, que nadie sabrá tolerar sus ataques de ira o de celos como nosotros… en fin… probablemente estemos equivocados, pero justo así lo sentimos.

El tiempo juega su implacable rol, la costumbre se hace presente, nos acostumbramos a o sentir, a no pensar, a no ansiar, a no necesitar a quien ya no está a nuestro lado… hasta que finalmente lo entendemos, hasta que finalmente concientizamos que nadie es más ajeno que ese ser que una vez amamos.

 

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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