Hoy soltaré mi costumbre de “No Soltar”
Resulta asombrosa la capacidad del ser humano de aferrarse, de apegarse, de necesitar, es como si de cierta forma estuviésemos hechos precisamente para eso, para ser seres netamente dependientes, dependientes de circunstancias, de personas, de recursos, de escenarios, de amores… En fin, encadenamos a nosotros todo lo que podamos en el transcurso de la vida, transitando todo el camino con un gran peso encima.
Hablamos de soltar y no lo procesamos, soltar qué? soltar cómo? Cómo podemos tan siquiera olvidar esa herida que llevamos en el corazón o la persona que la generó? Puedo desapegarme de esto que me hace tan feliz? Es posible no anhelar con desesperación eso por lo que tanto he trabajo? Son algunas de las preguntas que pueden surgir cuando nos planteamos una reestructuración de nuestro esquema de prioridades.
El punto es que mientras más cosas apeguemos a nosotros, menos libertad tendremos, menos felices podremos ser. La libertad es el estado de plenitud que solo se consigue cuando nos hacemos conscientes de todo lo que necesitamos está justo con nosotros, que no dependemos de nada ni de nadie, es el estado que se logra con la consciencia plena de que nuestra vida tiene un propósito que trasciende mucho más allá de un estado civil, una posición social, cantidad de hijos, recursos económicos, etc. Nuestra vida no se limita a lo que tenemos, la plenitud viene dada por lo que somos.
Para tener la vida que deseamos debemos sencillamente aligerar la carga, desapegarnos y vivir el presente. Lo único que podemos hacer para aligerar la carga es soltar y esto se logra a través de un proceso en el cual aceptamos las cosas tal y como son, aceptamos el pasado, con la firme creencia de que no hay nada que podamos hacer al respecto, que cualquier pensamiento que se nos escape y viaje al pasado será un pensamiento mal invertido, la única forma justificada de realizar el viaje es de forma práctica, para aprender, no para torturarnos, ni para revivir y resentir lo ocurrido.
Todo lo que te duele debes dejarlo ir, por lo general lo que nos duele se encuentra alojado cómodamente en un sitio de nuestra mente, lugar al cual periódicamente vamos a visitar y nos instalamos en ese recinto a sufrir, es hora de una limpieza, es hora de restarle poder a todo lo que nos genere sufrimiento, de entender y aceptar, no tenemos acceso al pasado más que a través de nuestra mente, que se encargará de hacerlo todo tan dramático como lo permitamos.
Perdonarnos, dejar atrás la culpa, hacernos saber que la experiencia vale lo ocurrido, para crecer, para no repetir los mismos errores, que hicimos lo mejor que pudimos con los recursos que teníamos en el momento es de mucha utilidad. Perdonar a quien nos lastimó nos libera, nos engrandece.
No afanarnos por lo que ocurrirá sin perder el norte, también nos da tranquilidad, vivir sin la ansiedad de lo que va a ocurrir nos genera paz. Debemos tener ubicado a dónde queremos ir sin que eso represente olvidarnos del camino.
Lo más importante de todo es vivir el presente, cuando lo hacemos restamos posibilidades a la mente de viajar en el tiempo, de preocuparnos o de lamentarnos, nos acostumbramos a realmente a disfrutar de lo bueno que nos ocurre y a ver con una mirada más atenta aquello que no nos agrada, nos acostumbramos a vivir y de la mejor manera con nuestra mente limpia de cosas que nos atormentan y calmada en cuanto a lo que ocurrirá, esperando lo mejor de que la vida nos tiene preparados, listos para recibirlo.