Hoy: Muévete para honrar tu paz
Cada uno de nosotros es responsable de garantizarnos un estado personal que nos permita honrarnos y estar en armonía con todas las cosas positivas que en principio están disponibles para nosotros. Sin embargo, algunas veces nos torturamos permaneciendo en lugares, situaciones y relaciones que nos sacan de centro, que no nos permiten actuar con claridad y nos someten continuamente a una sensación de intranquilidad y zozobra.
Ciertamente no todo en nuestras vidas será exactamente como lo queramos, como lo planeamos, lo que nos hará sentirnos frustrados, tristes y desconcertados. Estos procesos son normales, pero cuando ciertas situaciones incómodas permanecen por más tiempo del que podríamos considerar transitorio, es conveniente movernos para honrar nuestra paz.
Más allá de reacciones egoístas, la búsqueda de bienestar y tranquilidad, resulta en un acto de amor propio, de cuidado y protección. Imaginemos que cada uno de nosotros lleva dentro de sí un niño pequeño, indefenso, que intenta sobrevivir ante tantas cosas aparentemente inevitables que le ofrece su entorno, tomemos a ese pequeño entre nuestros brazos y hagámosle sentir seguridad, prometámosle que no lo expondremos a situaciones que vulneren su tranquilidad, que abusen de él, que lo maltraten y hagamos lo posible por honrar esas promesas.
Ese niño, aunque no podemos verlo, está allí, esperando que nosotros actuemos a su favor, queriendo que le ayudemos a sanar las heridas que le han dolido por largos períodos, esperando que nos disculpemos por todas las veces que lo expusimos al dolor, a la humillación, a la traición, al abandono… En medio de su inocencia, lo que siempre ha querido es que lo reconozcamos y lo cuidemos con amor.
De ahora en adelante piensa que ese niño es tu acompañante permanente y que debes garantizarle y honrar su paz, que no será otra distinta a la tuya, pero el sentido de responsabilidad puede mostrarte la ruta más sencilla para salir de donde no debes permanecer, para evitar situaciones dolorosas, para soltar cualquier cosa que nos duela cargar.
Ese niño te indica de muchas maneras cuando está triste, a gusto, incómodo o feliz… A través de tus ojos se asoma y se encarga de darle un brillo especial a tu mirada o de dejarla opaca como si el alma estuviese vacacionando en cualquier otra parte. Aliméntalo de amor, de respeto, de solidaridad…
Ese niño eres tú y cuando aprendas a amarte y respetarte, todas las cosas bellas y maravillosas vendrán a ti, porque habrás aprendido a darte tú mismo lo que realmente mereces, no necesitas nada de nada, ni de nadie y ya tu paz no está en las manos de alguien más o depende de alguna situación, ya tú sabes exactamente lo que debes hacer para sentirla y eso es uno de los secretos de una vida feliz.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet