Enfrentamos grandes retos con valor y lo minúsculo nos doblega
Las cosas que causan la mitad de los pesares del mundo son pequeños golpes que se asestan a nuestra propia estimación, las faltas de consideración, las heridas sin importancia a nuestra banalidad. Frank S. Hogan
“Cuenta una vieja historia, que en las laderas de Longs Peak, en Colorado, se hallan los restos de un árbol gigantesco. Los naturalistas nos dicen que este árbol se mantuvo en pie durante unos cuatrocientos años. Era un vástago cuando Colón desembarcó en Santo Domingo y se hallaba a mitad de su desarrollo cuando los Peregrinos se establecieron en Playmouth. En el curso de su larga vida, fue alcanzado por un rayo catorce veces; pasaron sobre él los aludes y las tormentas de cuatrocientos años. Sobrevivió a todo esto. Finalmente, sin embargo, un ejército de sabandijas lo atacó y acabó arrasándolo. Los insectos se abrieron paso a través de la corteza y destruyeron gradualmente la fuerza interior del árbol por medio de sus ataques, diminutos, pero incesantes. Un gigante de la selva, que no se había marchitado con la edad, que no había cedido al rayo, que no se había doblegado ante la tempestad, cayó al fin ante bestezuelas tan pequeñas que un hombre hubiera podido aplastar entre su índice y su pulgar.”
Estamos hablando de trivialidades, de las pequeñas cosas, que si bien muchos dicen que hacen los detalles, también es cierto que en su versión oscura, estas pequeñeces transformadas en pequeños dolores de cabeza, llegan a enturbiar completamente nuestro pensamiento hasta el punto de salpicar nuestra sana paz.
Un aforismo legal muy conocido dice, De minimis non curat lex, la ley no se ocupa de minucias, y nadie que quiera su paz interior debe preocuparse por ellas. En muchas oportunidades lo que necesitamos es un nuevo enfoque, fresco y renovado, un planteamiento más positivo para dejar de ocuparnos de las trivialidades que aquejan nuestra vida, debemos dejar de buscarlas.
Solemos afrontar los grandes pesares, desgracias o sucesos muy dolorosos, con la entereza propia de quien asume, quizás no nos damos cuenta, nos derrumbamos por un segundo, pero tomamos el trabajo de levantarnos, algunas veces incluso ni nos imaginamos que vamos a reaccionar de tal o cual manera; ante el fallecimiento de un familiar, ante una terrible noticia, ante una ruptura amorosa o cualquier situación temporal en nuestra vida, solemos sufrir un proceso interno que nos desgarra, pero al mismo tiempo casi de manera inmediata se activan nuestras defensas y sentimos hasta inconscientemente que debemos levantarnos.
Sin embargo, hay situaciones diarias, tan minúsculas que poco podemos percibirlas, solo sabemos que sentimos una constante presión, un malestar, un desagrado o incomodidad que se transforma en un verdadero dolor de cabeza, incluso muchas veces caemos enfermos y no sabemos la causa precisa.
Son esas pequeñeces, haciendo un trabajo de hormiga, las que se encargan de derrumbar nuestro entendimiento, de desenfocar nuestro carácter, nuestro humor y nuestra hermosa manera de ver la vida.
Es indispensable identificar cuáles son estas situaciones que nos están desviando de nuestro camino de luz, esos momentos, palabras, llamadas o pequeñeces que van haciendo mella en nuestro interior y peor aún, a las que nosotros damos paso.
Debemos ser conscientes de la entereza que tenemos para afrontar los hechos de nuestra vida, y sin embargo, dejamos que nimiedades nos afecten profundamente, muchas incluso llegan a convertirse en una tortura y no hacemos nada al respecto. ¡Identifícalas! y ¡sácalas de tu vida! , no merecen la importancia que le das, no ameritan que ocupes tu pensamiento en ellas.
Esa llamada que tanto te molesta atender, esa persona que te contamina con su energía negativa, ese ruido del grifo que no has podido reparar, ese corte de cabello que no solucionas, ese encuentro que quieres evitar…todas esas pequeñeces que actúan poderosamente sobre nuestra paz son tan manejables una vez que las identificamos y nos proponemos hacer algo con ellas para que desaparezcan o sencillamente las entregamos al olvido.
Vamos, señores, nos detenemos demasiado en insignificancias. Pericles
No malgastes tus preciadas horas, minutos, segundos, en menudencias, en pequeñeces molestas que no tendrán mayor relevancia en tu vida, entrégate al disfrute de tu sana paz, a la libertad de sentirte tranquilo, a la capacidad de actuar sobre tu presente.
Las trivialidades pueden acabar con lo más preciado para nosotros, nuestra paz, nuestra serenidad, nuestra paciencia, las pequeñeces destruyen hogares, matrimonios, separan familias, causan disputas, desequilibrios, irrespetos… Hazte consciente de tu comportamiento mental, observa y dale a todo la importancia que merece.