El perdón es el reflejo de que te amas lo suficiente como para seguir con tu vida
A nadie le gusta resultar perjudicado en situación alguna, cuando nos hieren o nos lastiman, en nosotros se producen efectos adicionales al sufrimiento, que podemos arrastrar por largo tiempo. Entre estos efectos puede estar el crecimiento como aspecto positivo y rescatable o el rencor, la ira y el resentimiento en el otro extremo, pero en cualquiera de los casos el perdón debe existir.
Debemos aprender a utilizar la magia del perdón como mecanismo liberador y entender que no estamos liberando a quien nos daña, sino que nos liberamos a nosotros mismos. El perdón puede no tener nada que ver con persona que consideramos que nos ha lastimado, podemos sencillamente considerarlo como un acto necesario para nosotros seguir con nuestras vidas.
Si nos resistimos a perdonar, usando cualquier excusa para ello, como por ejemplo:
- Yo intento, pero es más fuerte que yo.
- Esa persona no merece ser perdonada.
- No ha pasado suficiente tiempo como para poder perdonar.
- Cuando esa persona se disculpe o haga algo para resarcir el daño, la perdonaré.
- No concibes el perdonar por la magnitud de la herida.
Lo que estamos haciendo es anclándonos a una situación que al menos resulta desagradable para nosotros, no decidimos superarlo, sino que le damos el poder de lastimarnos una y otra y otra vez. Luego, ¿quién es el mayor perjudicado cuando no perdonamos? Somos nosotros mismos, los que por decisión propia decidimos cargar una cruz y llenando de dolor espacios que pudiesen ser ocupados por sentimientos mucho más beneficiosos para nosotros.
Nada peor para la cabeza, y por tanto para el cuerpo, que el miedo, la culpa, el resentimiento y la crítica, que te hace juez y cómplice de lo que te disgusta. Facundo Cabral
Muchas veces debemos inclusive agradecer a la vida que a través de una herida, de una decepción, de una traición, que nos saque de algún sitio que resulte inconveniente para nosotros. Pero si nos quedamos soldados a ese hecho, el beneficio que pudiésemos rescatar, no podremos verlo.
Suelta todo rencor, siéntete ligero, casi flotando por encima de lo que te lastimo, déjalo ir y limpia tu vida de todo aquello que en algún momento te hizo daño. El mayor indulto lo recibirás tú, la otra persona ni siquiera tiene que enterarse de que le has perdonado y si tu mente clama por una revancha o un castigo, pues te sugerimos la más efectiva: el olvido
Todo comienza por la disposición de sanar, el tomar la decisión de perdonar y trabajar conscientemente en ese proceso, también podremos hacer algunas terapias para trabajar a nivel inconsciente, buscando reprogramarnos y finalmente lo ideal es llegar a esa etapa donde sinceramente hemos olvidado o las cosas ya no duelen.
Parece curioso pero aprender a perdonar es casi una lección de vida. A quienes no perdonan la vida parece acosarles con más y más situaciones que engrosan la lista de rencores y resentimientos, mientras que por el otro lado, quienes perdonan con mayor facilidad y ocupan sus espacios con empatía, comprensión, compasión y amor, especialmente a ellos mismos, la vida les colabora con aportarles más y más cosas con que nutrirse positivamente.
Ámate tanto, tanto, que ninguna experiencia te pueda cortar las alas, sino que por el contrario te impulsen a volar cada vez más alto. No mereces vivir sometido a lo que dolió y solo tú tienes el poder en tus manos de seguir adelante cada vez más fuerte, más firme y con muchas más ganas de dar lo mejor de ti. Si vamos a generar cambios en nosotros debido a otras personas, que estos sean inspiradores y positivos, que nunca nos alejen de nuestra esencia, de lo que verdaderamente somos.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet