El mejor estado no es estar enamorado de alguien más, sino de ti mismo
Ciertamente estar enamorado de alguien es un estado maravilloso, enriquecedor, de crecimiento, de acompañamiento, de equipo. Sin embargo, la plenitud que se obtiene cuando nos sentimos enamorados de nosotros mismos es sin duda incomparable.
Cuando estamos enamorados de nosotros mismos, sin llegar a ser egoístas, somos mucho más nobles, más pacientes, menos críticos y autodestructivos. Nosotros somos la mayoría de las veces los más perjudiciales cuando no sabemos amarnos, nos limitamos, nos conformamos con menos de lo que merecemos, porque nuestros conceptos de merecimientos son muy pobres, nos acomplejamos y no nos damos el valor que realmente tenemos.
Nuestro valor no tiene que ser tasado por alguien más, ni siquiera por nosotros, solo debemos reconocer que así como somos, somos perfectos, que si podemos mejorar algunas cosas debemos hacerlo desde el amor y con plena aceptación, sin hacernos daño, sin forzarnos en ningún sentido. Cada persona es diferente y cuando nos dejamos llevar por estereotipos, caemos en desagradables juegos perjudiciales, en donde nos sentimos inconformes con lo que somos o con lo que hacemos.
Nada está escrito, ni que tenemos que tener un físico determinado, ni lo que debemos hacer o conseguir a determinadas edades, ni cómo debemos ganarnos la vida. Hay muchos patrones en donde nos encasillan desde pequeños, pero tenemos que tener la suficiente consciencia para reconocernos por encima de todos ellos y hacer de nuestra vida lo que queramos, sintiéndonos cómodos con nosotros mismos, aceptándonos y sobre todo disfrutando de esta experiencia terrenal.
Al amarnos a nosotros mismos, de manera incondicional, estamos abriendo puertas maravillosas en nuestras vidas y a su vez estamos cerrando otras con contenido inconveniente. Abrimos las puertas de lo que entra en resonancia con nuestra frecuencia, no aceptamos nada que nos haga daño, sabemos cuidarnos, protegernos, reconocemos nuestras oportunidades de mejora y no nos sentimos menos por ello, nos sentimos humanos, en pleno proceso de aprendizaje y mejora.
Cuando estamos enamorados de nosotros mismos, nadie nos hace sentir menos, nadie nos desvalora. Somos lo suficientemente responsables para poner límites, para exigir respeto, para alejarnos cuando sentimos que ya no es el sitio al cual pertenecemos y para reinventarnos las veces que consideremos necesarias.
Los miedos se apartan ante el amor, porque sabemos que siempre habrá riesgos, pérdidas, pero que es parte de la vida y tenemos los recursos para manejar las posibles caídas, no nos paralizamos, porque sabemos que nuestra felicidad no depende de nada externo, de ninguna condición o persona, sino que solo depende de nosotros mismos, y esto es lo más cercano a la libertad.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet