El mayor defecto es no darse cuenta de ninguno de ellos…
A lo largo de la vida, vamos descubriendo actitudes de nosotros mismos con las cuales nos vamos familiarizando, descubrimos maravillosas virtudes, dones, talentos y capacidades especiales que pensamos jamás llegar a tener, incluso aprendemos otras nuevas y nos transformamos constantemente.
Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse. François de La Rochefoucauld
En este camino, también florece el defecto es natural, normal y humano que afloren actitudes de nosotros mismos con las cuales no nos sintamos a gusto, que molesten o incomoden a los demás, que nos generen sufrimiento y en ciertos casos serios problemas, por fortuna siempre podemos identificar que el defecto esta nuestra forma de ser y de actuar, de lo que proyectamos y de lo que nos distancia de los demás, sin embargo, lastimosamente esto no es así en todos los casos.
Podemos pensar que un terrible defecto esta presente en nuestra vida, que mucho de ello forma parte de ella y que quizás jamás podamos corregirlos, no nos damos cuenta que con el solo hecho de identificar y aceptar un error, ya se transforma en una gran virtud, más el no ser capaces de reconocer ninguna falla, ningún error y por ende ningún defecto esta en nosotros mismos, pues nos estamos negando la oportunidad de poder lidiar con el, de tomar la determinación de hacerle frente y de tener la entereza de dominarlo.
¿Qué locura o qué desatino me lleva a contar las ajenas faltas, teniendo tanto que decir de las mías? Miguel de Cervantes
Curiosamente somos bastante rápidos en identificar los defectos en los demás, sus fallas y aquellas debilidades que los hacen vulnerables, pero cuando se trata de vernos a nosotros mismos, todo se hace más denso, las justificaciones de nuestras acciones comienzan a llover a cántaros, las ideas, los pensamientos y lo que razonamos es la razón, nuestra razón, sale a flote rápidamente para evitar que cualquier persona tenga la osadía, de pretender hacernos ver que tenemos tal o cual defecto.
El no tener la humildad de reconocer nuestros defectos, se convierte en una gran y pesada carga a lo largo del camino, porque tarde o temprano quedarán al descubierto nuestros peores hábitos, costumbres, o simplemente esas cosas que no suelen agradar a todos y que en muchos casos no nos ayudan a ser mejores personas, pero sea cual sea el defecto, no podemos dejar que nos arrastre al desconocimiento, y pretender vivir ajenos a él, o peor aún, sumarlo a nuestra vida y a nuestras acciones como si nada ocurriera.
Procuro ser siempre muy puntual, pues he observado que los defectos de una persona se reflejan muy vivamente en la memoria de quien la espera. Nicolas Boileau – Despréaux
En estos casos es bastante importante tener la capacidad de escuchar, si de alguna manera consideras que eres una persona que no tiene defecto alguno, sería interesante realizar un ejercicio de honestidad con algún amigo cercano, íntimo, familiar o simplemente con tu pareja, con personas que sabes te aman tal cual eres y que todo lo que puedan decirte de seguro tendrá un origen y una razón certera, por lo que no está de más hurgar en ello antes de desecharlo.
Siempre nos resulta difícil reconocer nuestros propios defectos, pero no permitas que se convierta en el peor defecto de todos, aprende a escuchar, reconocer, admitir y especialmente sé sincero contigo mismo, la soberbia y la supremacía únicamente levantará una barrera entre lo que pretendes ser y quien realmente eres.