RINCÓN del TIBET

Un brindis por las cosas malas de la vida

las cosas

Un brindis por las cosas malas de la vida, gracias a ellas buscamos las buenas

Definitivamente los momentos complicados o no deseados, que podríamos llamar “cosas malas” de la vida, tienen una capacidad increíble de cambiar parte nuestras vidas. Muchas veces por vivir cosas que no nos han gustado es que decidimos ir tras lo que realmente nos llama, o bien comenzamos a valorar esas cosas que quizás siempre han estado presentes, pero que no hemos sido capaces de apreciar.

Cuando nos hacemos conscientes de que las cosas negativas que hemos afrontado en la vida, han sido las que han generado en gran medida algún cambio que ahora vemos como necesario, no nos queda mucho más que agradecer el haber tenido esa experiencia que en su momento lamentamos y que quizás generó grandes estragos en nuestras vidas.

Parece mentira, pero los momentos más grandes de reflexión en relación a nuestra vida en general se inspiran en las cosas trágicas que experimentamos o que presenciamos, mientras más cercanos sean los casos, más nos tocan la fibra, más nos tomamos en serio la posibilidad de hacer las cosas de una manera diferente.

A su vez debemos resaltar, que las acciones que prometemos tomar, no terminan ocupando largos espacios de tiempo en nuestras vidas, es como que se nos olvidara la lección y comenzáramos a actuar de manera automática nuevamente, con esas prioridades que fuimos estableciendo en nuestras vidas con cosas que no necesariamente nos hacen felices, con mucha influencia de lo que se espera de nosotros y bajo patrones que probablemente no tenga nada que ver con lo que realmente somos.

Pongamos un ejemplo: Un familiar cercano padece de un cáncer terminal, es muy joven para morir, pero ya es inevitable, vemos los esfuerzos que hace para mantenerse con vida, la lucha continua por un nuevo amanecer, vemos inclusive su rendición ante un proceso que lo consume y su posterior partida de este plano y eso como espectadores y dolientes por la impotencia, el duelo, la pérdida, genera un efecto en nosotros, nos hace valorar la vida, agradecer la salud, prometernos más tiempo para nosotros, para nuestros afectos, no ahorrar tanto y disfrutar… Pero lamentablemente, por lo general, lo previamente aprendido se apodera de nosotros y seguimos haciendo las cosas como antes.

En cambio, si somos nosotros los que atravesamos la enfermedad y en lugar de partir, sanamos, tendremos una garantía más amplia de que ése mal momento va a ser la mayor lección de vida, ninguno de nuestros días posteriores iniciará sin algún gesto de agradecimiento, dedicaremos tiempo a lo que nos gusta, diremos lo que sentimos y no postergaremos mucho, aprendiendo a estar en el momento presente y valorando la vida como el regalo que es.

No esperemos a que las perores experiencias nos toquen la puerta, nos toquen el cuerpo, nos toquen la vida, para valorar cada respiro, cada detalle, cada existencia. Honremos nuestra vida, nuestros amores y la capacidad de estar y aprovechar esta oportunidad al máximo. Y si debemos hacer algo con las cosas negativas que nos pasa, que no sea guardan rencor, entristecernos o evadir los recuerdos… Sino que sea agradecer, porque de seguro ha sido lo que nos ha hecho cambiar los cristales con los que veíamos la vida, para amarla con sus subidas y bajadas.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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