No permitas que el enojo te haga lastimar a quienes amas
El enojo es una de nuestras emociones básicas, la cual se manifiesta en nuestro cuerpo para comunicarnos cómo nos estamos sintiendo ante una situación determinada y los pensamientos que estamos generando al respecto. El enojo tiene la particularidad de llevar consigo una cuota importante de frustración, sensación que se hace presente cuando algo se desvía de los resultados que deseamos o esperamos.
El enojo puede estar detonado por celos, por inseguridad, por miedo, por impotencia, entre otros y su manifestación en nuestro organismo se caracteriza por un ritmo cardíaco y respiración acelerados, aumento en la presión sanguínea, tensión muscular, visión borrosa, hormigueo en algunas partes de nuestro cuerpo, esto y más bajo los efectos de la segregación de adrenalina y noradrenalina que se produce ante el enojo.
Hasta ahora, entendemos el proceso bioquímico, los detonantes y los efectos físicos, pero más allá de estos, tenemos la terrible consecuencia de actuar impulsivamente dominados por la ira y el enojo del momento, lo cual por lo general trae consigo respuestas inadecuadas, tonos de voz elevados, heridas a través de las palabras e inclusive agresiones físicas.
Cuando nos vemos dominados por el enojo lo recomendable es concientizar la emoción y dejar de identificarnos con ella, no somos la ira que estamos sintiendo. Debemos tratar de observar desde afuera el enojo como si no nos perteneciera, menos nos controlara. Una vez identificado y observado el enojo, comenzaremos paulatinamente a retomar el control sobre nuestras emociones, sobre nuestro pensamientos y de esta manera el enojo irá mermando.
Para ayudarnos en este proceso concentrarnos en el momento presente, prestando atención a una respiración consciente será un excelente recurso, también el clásico cuenta hasta 10, o hasta el número en el cual te sientas más calmado favorecerá el proceso.
Mientras esto ocurre, en paralelo es posible que estemos interactuando con alguien, alguien querido, alguien importante, o bien ejecutando alguna acción, debemos evitar a toda costa que sea nuestra ira la que se apodere de nuestros actos, de lo que hacemos y lo que decimos, porque nuestra mente puede estar muy entretenida con el enojo, con o sin justificación, pero en nuestro corazón, luego de ese enojo, seguirá habitando esa persona especial.
Tratemos de solucionar las cosas desde la construcción, sabiendo que nos interesa un mañana, evitando sacar las cosas de proporción y recordando que las palabras que digamos pueden tener consecuencias negativas en las relaciones. Quienes nos aman por lo general no actuarán de manera intencional para generarnos daño o hacernos enojar, cualquiera que sea el detonante, seguramente no fue pensado a título personal.
También debemos evitar el clásico error de pagar con personas inocentes de lo que nos ocurre, los enojos que hemos adquirido por otras vías. A pesar de que debe existir apoyo entre quienes se quieren, esto jamás debe ser una excusa para volcar nuestras emociones sobre quienes no tienen responsabilidad de nuestro malestar.
Trabajemos en lo que nos hizo enojar, evitando tener que enmendar los daños generados por las acciones tomadas durante el enojo, procurando a toda costa lastimar a quienes amamos
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet