Cuando llevas el sol por dentro, no importa si afuera llueve
Ciertamente lo más importante en la vida no es lo que nos ocurre, sino cómo reaccionamos. Cuando sentimos en nuestro interior la fuerza, la capacidad y la confianza, no importa lo que ocurra afuera, siempre estaremos dispuestos a dar la cara a lo que se presente , con la mejor actitud sacar de cada situación lo provechoso.
Las personas que saben cómo conectarse con su felicidad están conscientes de que en la vida pueden pasar muchas cosas afuera, buenas o malas y que ellas pueden mantener la tranquilidad propia de la consciencia, de que su fuerza no depende de las circunstancias, que no se necesita que el sol brille para sentir en su interior bienestar.
Cuando estamos presentes, cuando realmente tenemos consciencia del regalo de la vida, es más fácil ver el lado positivo a las cosas de afuera, o en su defecto ver las cosas como en realidad son, sin más ni menos, sin agregar adjetivos, sin agregar juicios, solo aceptando, sin drama, todo lo que conforme una experiencia vital.
Si nuestra actitud es negativa o bien si no sabemos dónde buscar lo que necesitamos y esperamos permanentemente condiciones externas para sentir un estado de bienestar y plenitud, seremos totalmente vulnerables ante los cambios que de la vida, positivos o negativos, e irremediablemente estaremos altamente expuestos al sufrimiento.
Debemos evitar la identificación con nuestras emociones, con las circunstancias, con todo lo que no pertenezca a nuestra real esencia, recordando siempre que todo pasa, todo cambia, nada es permanente. De qué nos sirve entristecernos por un día de lluvia, si sabemos que el cielo se pintará de azul en algún momento y a ciencia cierta, siempre podemos verle el lado positivo a los días de lluvia, inclusive a la tormenta…
Ciertamente habrá días cargados de momentos de satisfacción, otros donde nos cueste un poco más sonreír, pero no nos afanemos, incluso cuando haya momentos en los cuales nos cueste ser optimistas, en los cuales no logremos conectarnos a nosotros mismos, debemos tomar consciencia de que ninguna emoción es permanente, nada de hecho es permanente.
Practiquemos observar afuera y mantenernos presentes, tratando de calmar a nuestra siempre inquieta mente, que por alguna razón siempre ve una amenaza latente, en lo bueno en lo malo y procuremos cargarnos siempre de energía positiva, para que siempre tengamos motivos para sonreír y para agradecer… y principalmente capacidad para notarlos.