Me doy la libertad de alejar de mí lo que me hace daño
Cuantas veces no nos vemos expuestos a situaciones que nos hacen mal, que nos lastiman, que nos limitan y nos sentimos con la poca libertad de alejarnos, de despedir o echar a un lado eso que nos perjudica.
Nos anclamos a torturarnos la vida a través de escenarios que nos hacen sufrir, considerando muchas veces que por algún motivo merecemos estar pasando por esa vivencia, estar generando ese trato o sencillamente haber tomado las decisiones que nos han colocado en esa posición.
Es cierto que todo lo que vivimos es el resultado de nuestras decisiones, pero eso no significa que nos hagamos esclavos y nos condenemos a vivir en malestar. Siempre podremos cambiar nuestra realidad, siempre tenemos la capacidad de tomar nuevas decisiones que abran ante nosotros otros caminos, para transitarlos de forma para con nosotros.
Para alejarnos de algo que nos hace daño, tenemos que concientizar cómo es que hemos atraído eso a nuestras vidas, debemos buscar en nuestras creencias qué es aquello que nos hace pensar que merecemos una situación como tal. Para ello debemos afrontar el caso con toda responsabilidad y atención, tratando de ser lo más objetivos posibles.
Debemos comenzar por cambiar lo que creemos, esas creencias son las que nos mantienen atados a situaciones complicadas, debemos buscar dentro y a partir de lo que encontremos sustituir nuestras creencias por otras más positivas que determinen un nuevo merecimiento en nuestras vidas.
El simple hecho de alejarnos sin haber entendido por qué estuvimos sometidos a una situación particular, será en términos generales una solución transitoria, donde probablemente nos encontremos a futuro atravesando una situación bastante similar. Esto aplica para todo, para nuestras relaciones, para nuestros trabajos, para nuestras finanzas… para nuestra vida en general.
Debemos aceptar que el cambio es lo único permanente, que tenemos posibilidades infinitas, pero los cambios sostenibles, no vienen de mover las piezas del juego, vienen desde nuestro interior y que lo primero que debemos alejar de nosotros son los pensamientos y creencias que nos hacen daño, porque será a partir de allí que exterioricemos nuestra realidad.
Nada tan accesible como nuestra mente, pero nada tan particular y caprichoso como ella. Nos pertenece, pero ella piensa que somos nosotros la que le pertenecemos a ella, y en esa distorsión de posesiones es donde podemos perder el control sometiéndonos a los dictámenes de una mente que puede malentender el propósito de la vida y nos puede hacer vivir experiencias muy problemáticas.
Tener la libertad de alejarnos de aquello que nos daña, parte del principio de controlar nuestra mente, sabiendo que somos más que ella y que podemos utilizarla como recurso para hacer de nuestra vida esa experiencia en la cual nuestro crecimiento no esté marcado por el dolor, por el miedo o la limitación.
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