Lo mejor de tu vida lo encontrarás sin haberlo buscado
La vida no deja de sorprendernos, de tratar de enseñarnos su maravillosa forma de hacer las cosas, de intentar mostrarnos las millones de bendiciones que coloca frente a nosotros día tras día y decirnos que ella es sencilla, que es fácil, que no tiene sentido nuestra preocupación excesiva, que todo lo que queremos lo podemos lograr, solo debemos fluir con ella, bailar con su música, que no es estridente, ni atropellada, lleva el ritmo perfecto para llevar un buen ritmo.
Somos nosotros los que no entendemos los compases y sin saber muy bien de música y mucho menos de baile, nos damos la tarea de querer escuchar la misma canción mil veces, de adelantar a la siguiente sin haber escuchado la que suena o sencillamente bailar de la forma menos sincronizada con la vida.
Debemos darnos cuenta cómo es que nosotros interferimos con lo que queremos, cómo nos saboteamos una y otra vez para llegar a algún estado deseado. Esto lo hacemos básicamente con el instrumento creador más poderoso que tenemos que es nuestra mente… ella si no está bien amaestrada puede convertirse en uno de nuestros peores enemigos, puede llenarnos de miedos y ansiedades cuando queremos conseguir algo, colmándonos de dudas, predisponiéndonos y haciéndonos pensar que es riesgoso, que es difícil, que es inconveniente o mil cosas más.
Cuando logramos callarla un poco, cuando poseemos el control de ella y no a la inversa, podemos liberarnos de todas emociones y pensamientos que a través de ella generamos, nos abrimos paso a anhelar con el corazón y nuestra energía comienza a vibrar desde nuestro interior, generando una especie de resonancia con aquello que queremos, sin nubes negras que nos impidan ver el norte. En estos casos es nuestro corazón el que nos guía, sin nosotros siquiera estar conscientes de ello y es aquí donde ocurre la magia.
Cuando buscamos algo, normalmente lo hacemos desde la razón, con nuestra mente y sus binoculares puestos, con mil diagramas en frente donde se evalúan todas las variables, se miden riesgos, se recalcula la ruta una y mil veces, buscando la preservación… Con tal afán que puede que nunca lleguemos a donde deseamos. Cuando nuestra intuición toma el mando, las cosas parecen ocurrir casi que milagrosamente, pero no es más que la alineación de lo que queremos con la vida vibrando en sintonía, desde las mejores energías.
Por eso es que lo mejor de la vida lo encontramos sin haberlo buscado… Las experiencias más maravillosas nos ocurren fuera de nuestra programación y es por eso que nuestra intención debe estar siempre dirigida a callar a nuestra mente parlanchina, mientras nuestro corazón se encarga de sincronizarse con la vida, para que lo que realmente debemos vivir llegue a nosotros de la forma más fluida.