Por cada día de sociedad, necesito cien de soledad
Sí, es cierto que la sociedad nos puede abrumar, que podemos sentir que cada día lo que se persigue a través de sus funciones, es controlar al ser humano a tal punto de doblegarlo por completo, de quebrarle su espíritu y de hacerlo parte de un sistema que nada tiene que ver con su esencia.
Muchas veces regimos nuestras vidas por adaptarnos a los estándares de una sociedad, qué haremos con nuestras vidas, qué tipo de pareja elegiremos, si tendremos o no hijos, cómo los criaremos, qué ocupará la mayor parte de nuestro tiempo, etc… Y en esto, en preferir el qué dirán o el buscar el reconocimiento ajeno, se nos puede ir la vida entera.
Es imposible desandar lo andado, cada sociedad ha llegado a donde está luego de muchas décadas, de muchas luchas, de muchas adopciones. Hoy en día ir en contra de la sociedad o solo pensar en tomar un camino que no se adapte a lo que nos indican las normas es un riesgo que pocos asumen.
En lo particular, doy carta abierta a todo aquel que levante su mano y diga “me quiero bajar, ya estuvo bien de la rueda de hámster”. Es de valientes andar por un camino en donde nada está escrito, donde solo podemos ser guiados por nuestra intuición y por las ganas de llegar a donde una sociedad difícilmente nos invitará.
Sin embargo, no podemos ser injustos, porque el llevar la contraria a lo que tiene mucho más tiempo que nosotros como nos conocemos, trazando nuestro camino, es si se quiere, antinatural.
El desligarnos de tantas reglas, normas, del deber ser, no es una tarea sencilla, sin embargo, es nuestra responsabilidad abrirle paso a lo que realmente deseamos y sobre todo permitirnos ese espacio en el cual nos descubrimos, nos aceptamos y nos fijamos un norte, que no necesita ser aceptado por nadie más, solo nos pertenece a nosotros.
La soledad es a veces la respuesta natural una sociedad que podemos sentir que no nos aporta, que no pretende nuestro bienestar, sino nuestro control. Sin embargo, si comenzamos a iluminar nuestro pequeño universo, si nos aceptamos como somos, si impulsamos a quienes nos rodean a ir tras sus sueños, si permitimos a los demás ser quienes quieran ser, desde el amor, estaremos contribuyendo a crear una realidad diferente, donde el control se sustituye por el amor.
Recordemos que nada impuesto llena, que debemos querer para el otro, lo que él quiera para sí mismo y esa libertad otorgada le hará bien al otro y nos hará bien a nosotros. Y desde allí, estaremos de alguna manera redefiniendo sociedades.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet