RINCÓN del TIBET

Solía ser el amor de su vida…

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Solía ser el amor de su vida…

Cuando me descubro con los ojos secos al igual que los labios, cuando me doy cuenta que tiemblo de frío y ya no de amor, es cuando te extraño, es cuando me doy cuenta de que a ley tuya decidiste botarme y dejarme rota por ahí, a pesar de que solía ser el amor de tu vida. Mis manos frías que solías sujetar aun te extrañan ¿sabes? Mis ojos aun buscan encontrarse casualmente con los tuyos, y de repente, aún descubro a mis labios susurrando tu nombre.

No voy a decirte que cuando te fuiste, te siguieron todas mis fuerzas y mis ganas de volar, no voy a decirte, que con el dolor que provocaste al irte, dejaste un resentimiento duro en mi cuerpo y que jamás dejaré entrar a nadie de nuevo a mi vida, que voy a proteger con fortaleza de hierro a lo que queda de mi corazón para evitar que alguien entre a terminar de romper lo que dejaste.

No voy a decirte nada de eso porque aunque de repente lo pienso, es el calambrito adolorido que dejaste en sonde solía estar mi alma, es el mismo que me impulsa a seguir buscando una ilusión que me levante, me hace buscar una nueva esperanza que me ayude a reconstruirme.

Como creo que a todas nos pasa, me llegué a preguntar si fui yo la culpable de que nuestra “historia perfecta terminara” si fuiste tú el que decidió dejarlo todo a medias, pero siempre llego a la misma conclusión, la culpa fue de los dos, o mejor aún, la culpa no fue de nadie, solo ese terco e indescifrable destino que se encargó de avisarnos de la manera difícil que no éramos el uno para el otro, que los caminos de ambos debían seguir por separado.

El destino es sabio pero tiene sus imperfecciones, entendí la lección pero las promesas no habrían sido necesarias, que necesidad teníamos de prometernos tanto, para no cumplirnos nada. Prometiste que te quedarías, que me querrías, me di cuenta que no cumplirías cuando descubrí que tu mirada ya no me pertenecía, que ese suspiro de la mañana ya no me lo dedicabas, me di cuenta que ya no me querías cuando tus labios temblaron al besar otra boca.

Por más que trato de hacerme entender que son ciclos necesarios para crecer y madurar, por más que me obligo a caminar erguida y de frente, no dejo de tropezarme de vez en vez con el duro muro del recuerdo y de las ilusiones rotas, que están presentes en donde solías estar mi mente.

Es porque te amé como a nadie, que me da mucho gusto que ahora eres feliz con alguien más, que ahora tu mirada ya no choca con pared si no por el contrario, ahora tu mirada esta plena, completa, con el reflejo de una cara nueva que te dice un tierno “te amo” seguido de un beso largo. No te deseo ningún mal, al contrario, pese al dolor que me dejaste, cuando recuerdo los episodios más bonitos de la película de mi vida, siempre sales a cuadro, cuando trato de recordar la moraleja que más enseñanza me dejó, siempre eres tú el autor.

No tengo absolutamente nada que reclamarte,  quiero agradecerte por dejarme formar parte de tu vida y también por alejarme de ella justo antes del caos. Lo nuestro iba a un inminente y doloroso final, me avisaste a tiempo, me retiraste de la catástrofe justo antes de ahogarme en el Tsunami de mis propias emociones. Sin embargo, aún no es el momento de dejar de amarte, no puedo arrancarte así de fácil, y aun lográndolo, el cariño por lo que fuiste para mí siempre estará guardado en el rincón más bonito de mi mente.

Yo solía ser el amor de tu vida, pero ya se que no volverá a ser así…

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