RINCÓN del TIBET

Solemos ser malagradecidos cuando nos decepcionan

malagradecidos

Solemos ser malagradecidos cuando sufrimos una decepción

Evidentemente nadie quiere decepcionarse, todos de una manera u otra esperamos siempre recibir lo que contribuye a nuestra felicidad. Incluso cuando no ofrecemos lo mejor de nosotros, normalmente si no recibimos lo mejor del otro, sufrimos una decepción.

Pero resulta que la mayoría de las veces solo estamos siendo malagradecidos con la vida, no estamos siendo conscientes de que nos estamos ahorrando tiempo, energía, recursos en general que de seguro estaríamos malgastando en caso de permanecer en una situación.

Una decepción es una invitación a salir de donde no nos conviene estar, esta invitación puede ser sutil, mientras que en otros casos podemos sentir que nos tiran de los cabellos y nos sacan de una situación sin que podemos hacer mucho más, a menos que retemos a la vida y nos digamos a nosotros mismos, quiero sufrir un poco más acá donde estoy y aunque parte de mí se pierda en este proceso, no saldré de esta situación, por eso no debemos ser malagradecidos.

Digamos que no llegamos al extremo en donde colocamos nuestra dignidad a un lado, sino que medianamente actuamos de acuerdo a lo que nos da el sentido común y terminamos heridos, abandonando una situación o en su defecto reestructurando las condiciones para permanecer. Si lo pensamos fríamente, ¿esto no es un favor que nos ofrece la vida?

no hay que ser malagradecidos cuando las puertas se nos cierran, eso significa que hay otras puertas por abrirse…

No queremos sufrir, no queremos sentir dolor, pero el darnos cuenta de quién es quién, el descubrir una mentira, el ver otra cara de la misma moneda, nos da lo necesario para tomar decisiones que nos permiten preservar, a veces de manera oportuna, nuestra integridad, por eso no podemos ser malagradecidos.

Es importante no estar predispuestos con nada ni nadie, es positivo esperar siempre los mejores resultados posibles, creamos buenas intenciones y con ello facilitamos la materialización de una mejor vida. Si los resultados que obtenemos no son los esperados, es normal sentirnos mal, dolidos, frustrados, decepcionados, pero aprovechemos la oportunidad para ubicar a las personas, para determinar prioridades, para tomar medidas que nos favorezcan en nuestro presente y en el futuro y aprendamos a agradecer el haber abierto los ojos ante algo.

Entendamos dentro de todo que cada quien está en medio de un proceso personal intentando con los recursos que tiene, hacerlo lo mejor posible, que normalmente nadie hace las cosas con la finalidad de decepcionar a otro y que dentro de todo solemos esperar de los demás de acuerdo a lo que dentro de nuestro criterio está bien, lo cual lo hace totalmente relativo. Sin embargo, lo que sí es absoluto es que si no nos hace bien a nuestras vidas, amerita tomar medidas, revisar, alejar o dejar ir. Así que con la mejor actitud, veamos de ahora en adelante las decepciones como unas señales de alerta que nos permiten cambiar el rumbo en este momento.

Y ¿qué hacemos cuando algo o alguien nos advierte de un peligro? Agradecemos, pues es igual con la vida, por ello no podemos ser malagradecidos por las decepciones que nos advierten.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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