RINCÓN del TIBET

Sin los demás no somos nada ..-

Sin los demás no somos nada

Hay niveles incluso en la impostura. Es prácticamente imposible encontrar un ser humano sin personalidad poliédrica. Sin una doble capa. La mayoría nos pasamos la vida sin saber quiénes somos o lo que podríamos llegar a ser. Sin embargo, hay dos tipos muy diferenciados de personas: los que se rigen por una disciplina propia, -paradójicamente  repletos de dudas-, y los que viven con obediencia y seguridad una disciplina ajena. La aceleración actual a menudo genera incapacidad para pensar.

Hoy en día nuestros mayores problemas son consecuencia en gran medida de la ideología dominante, los recortes sociales y las políticas fundamentalistas del mercado. Una manera de hacer, pensar y actuar que ha contribuido a crear un sanguinario nivel de desigualdad. Más de 1.000 millones de personas, o una séptima parte de la población mundial, viven en condiciones de pobreza.  Tal y como señalaba Vicente Ferrer: “La pobreza es la violación más grande de los derechos humanos”. Sin embargo, en el mundo desarrollado ha aumentado el consumo de fármacos para controlar la ansiedad y la depresión. Resulta incomprensible que mientras millones de personas no tienen acceso a lo más básico, la otra parte sufra las consecuencias del sobrepeso y la sobre medicación.

Por consiguiente, nos encontramos en un momento en el que ya no nos conmueven los grandes cargos, o elocuentes discursos. Coexistimos en un mundo quebrado donde a la mayoría de las personas le son negados sus derechos a la educación, al alimento y a obtener servicios de salud. Ya no podemos creer en salvadores de la patria. No son palabras huecas, ni grandes soflamas lo que necesitamos.

Aquellos que nos exigen respeto y que utilizan todos los medios a su alcance para persuadirnos, deberían comprender que por encima de la dignidad humana, no hay bandera, himno, o propaganda política que valga. No pueden convencernos de lo contrario. ¿ Qué puede existir más valioso que la justicia o la igualdad ? No hay razón de Estado, sino que hay un principio de humanidad que ha de prevalecer.

Vemos constantemente como el sistema encumbra personajes ambiciosos, grises, de colmillo retorcido, sin empatía alguna, con egos descomunales e intereses personales obscuros. No se puede prolongar más un modelo de gobernanza que ignore las necesidades de la mayoría.

Necesitamos ilusión y un modelo nuevo. Recuperar las emociones, la sensibilidad y la empatía. No podemos ceder ante un sistema que nos sigue adoctrinando para que luchemos principalmente por nuestros propios intereses. Hemos vivido demasiado tiempo anestesiados en un mundo de mucha moral y poca ética.

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