Si una persona no se cansa de decepcionarte, ¿de quién es el problema?
Nos gustaría pensar que si le damos a otra persona una y otra oportunidad y de alguna manera nos decepciona o nos traiciona de manera reiterativa, el problema es de esa persona que ha abusado de nuestros sentimientos y de nuestra confianza. Sin embargo, para ser realistas, en estos casos, la responsabilidad tenemos que asumirla nosotros, desde el punto de quien se somete y se expone sin mayor filtro a situaciones en donde ha salido decepcionado en más de una ocasión.
Las segundas oportunidades siempre resultan hasta justas, sin embargo, el hecho de otorgarlas sin mucho miramiento, hace, lastimosamente, que la otra persona termine por asumir que puede hacer lo que quiera, sin importar los efectos que genere en nosotros y siempre contará con otro chance.
Evidentemente no otorgamos una nueva oportunidad asumiendo que nos volverán a hacer lo mismo. Aunque algunas veces estamos ya predispuestos. Sin embargo, lo hacemos desde la premisa de que “esta vez las cosas saldrán bien”.
Debemos tener mucho cuidado con las cosas que permitimos, porque estamos enseñando a los demás cómo nos pueden tratar.
Podemos amar mucho a alguien, pero si para nosotros lo que hace, nos lastima o nos agrede de alguna manera, no podemos dar carta abierta para que esto siga ocurriendo. Debemos estar claros, ante una situación especialmente desagradable, la aceptamos o la dejamos atrás, el luchar contra ella, no nos traerá más que tristeza, rabia y frustración.
Y cuando hablamos de aceptar es que no nos afecta, no que estamos siendo tolerantes con algo que nos desagrada o nos hace daño y permitimos porque no queremos perder a alguien. No tenemos que tolerar nada de que no nos beneficie, sea lo que sea podemos cambiar de situación o al menos de enfoque.
Responsabilizarnos de mantener a nuestro lado personas que nos decepcionan y podrían llamarse tóxicas, es una tarea complicada para algunos, de hecho porque también lleva implícito que algo de toxicidad hay en nosotros, que se adaptado a una situación que no nos hace bien.
Muchos parten de exceso de expectativas, otros de falta de autoestima, otros de creencias limitantes, crianzas complicadas, pero el punto es que todos estamos expuestos en mayor o menor medida a que una relación que nos daña se nos vaya de las manos y terminemos decepcionándonos reiteradas veces.
Hacernos conscientes de nuestro valor, respetarnos y entender que muchas veces perdiendo se gana, nos permite reconectarnos con lo que realmente merecemos, aunque algo en nosotros se encargue de hacernos pensar lo contrario.
Si nos amamos y nos sentimos bien con nosotros mismos, vamos a ir generando realidades que sintonicen con ese estado de satisfacción personal y todo aquello que nos lastima se irá retirando de nuestras vidas.
Asumamos la responsabilidad de nuestras relaciones y lo que recibimos de ellas, porque nadie distinto a nosotros puede crear nuestras vidas.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet