Si quieres que tu secreto sea guardado, guárdalo tú mismo
Muchas veces en nuestro interior tenemos información que no queremos que salga a la luz, por un motivo u otro, preferimos que esa información no se vea expuesta al uso, al juicio o a la interpretación de alguien más. Estos son los llamados secretos, lo cuales preservamos para nuestra conveniencia o conveniencia de algún involucrado, algunas veces no de la forma más segura.
Ciertamente la mayoría de nosotros tiene una especie de necesidad de hacer cómplice de sus secretos a un amigo, a un familiar a quien le tenemos mucha confianza.
La confianza se va ganado con el tiempo, pero a ciencia cierta no somos capaces de saber cuándo la confianza se verá comprometida, cuándo pesará más algún tipo de necesidad distinta a la de alguna persona de guardar nuestro secreto.
Por eso debemos ser muy prudentes con la información que no queremos sea del dominio de otra persona, ya que el no serlos podría comprometernos de forma no deseada. Es fácil que un secreto se extienda a través de una cadena que se inicia con la ruptura de la confidencialidad, bajo la misma promesa de silencio con la que nosotros contamos en un principio.
Eres esclavo de tus palabras y dueño de tu silencio.
Nadie entiende a ciencia cierta la necesidad que presenta cada quien de guardar una información y a veces el simple hecho de querer el centro de atención les puede dar la excusa perfecta para divulgar información que aunque no le correspondía ha tomado como suya.
Si quieres guardar un secreto, asegúrate de hacerlo en ti mismo, no te ahogarás si lo haces, no todo tienes que contárselo a alguien más. De hecho el mejor guardián y consejero para los secretos es el universo mismo, que se encarga si le dejamos participar de colocar todo en su lugar.
Las relaciones pueden cambiar a lo largo del tiempo y sin vivir desconfiados, podemos hacerlo con sentido de protección, considerando que no debemos darle a nadie el poder de controlarnos, juzgarnos, chantajearnos con alguna información que pueda convertirse en un arma para nosotros. A veces con la peor de las intenciones, otras veces solo por falta de sentido común, pero en su mayoría dejando el mal sabor de la decepción y la frustración de la confianza rota.
Si quieres guardar un secreto, asegúrate de hacerlo en ti mismo, no te ahogarás si lo haces, no todo tienes que contárselo a alguien más. De hecho el mejor guardián y consejero para los secretos es el universo mismo, que se encarga si le dejamos participar de colocar todo en su lugar.