Sé selectivo en tus batallas, a veces conviene más tener paz a tener razón
Tener la razón, salir ganando, estar en lo cierto, tener la seguridad de que somos perfectamente capaces de discernir mucho mejor que los demás y además confiar plenamente en nuestra opinión, defenderla y discutirla, es una costumbre muy arraigada en el ser humano, sentimos la necesidad permanente de defender nuestras creencias, de mantener una seguridad en nuestras opiniones y de rebatir todo aquello que pensamos va en contra de lo que pensamos o creemos en la vida.
La razón pura tiene que ceder su imperativo a la razón vital: la vida debe ser vital. José Ortega y Gasset
Resulta que para poder dar la razón a alguien mas, tenemos indudablemente que tenerla en primera instancia, sin embargo, nos preocupamos casi existencialmente, por dejar claro que tenemos la razón y jamás tener que darla, los seres humanos tenemos una alta resistencia a sentirnos vulnerados, a doblegarnos, lo que en el fondo es una cuestión relativa al ego y no a nuestra propia condición humana, pues nada cuesta aceptar, escuchar, trascender las cosas y dar la razón a la otra parte cuando amerite, lo que además es algo muy subjetivo, pues es un tema de enfoques.
En la sabiduría podemos ser selectivos y darle muchas tonalidades, algunas personas son selectivos el amor, son selectivos poesía, son selectivos en la naturaleza, son selectivos en la capacidad de transmitir las experiencias o en muchas otras vivencias que se aprecian sabias, mas la sabiduría tiene que ver con paz, con un efecto magnético que puede acercarnos plenamente a la serenidad de no tener que pensar, donde no hay preocupación ni conmoción por absolutamente nada, nada es cuestionable, no hay prejuicio ni juicio.
Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los otros opinen de ti. Séneca
La razón, como entera capacidad de raciocinio, nos otorga una gran ventaja como especie, sin embargo, el hecho y la necesidad de tener que conceptualizarlo todo, nos ha terminado por aislar, por dividir y por creernos diferentes a los demás, cuando la esencia es única, es la misma para todos, el principio es el mismo y el fin también, mas allá de la comprensión humana, la sabiduría solo puede verse desde, a través y hacia el amor.
No te enfrasques en tener la razón, no la busques, no hay nada que defender, solo lo que creemos es, no significa que lo sea, podemos ser justos, compasivos, brillantes, sin tener que esperar que todo el mundo nos de la razón, la reconozca y además se solidarice con nuestra causa, podemos vivir con nuestra razón y aceptar las razones de los demás, no es necesario quitarle validez a ninguna opinión, a ningún juicio, pues cada quien tiene sus propias creencias y conceptos.
Debemos principalmente tratar de deslastrarnos de estos conceptos, de no tener que enmarcarlo todo, dejar de separar las cosas, por el contrario, aprender a ver todo como una unidad, donde todo nos afecta e involucra a todos, por lo que la individualidad parte y vive de la bondad y del buen proceder.
No pretendas que las cosas ocurran como tu quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz. Epicteto de Frigia
Quizás mucho de esto nos resulta particularmente romántico e ilusorio, pero ese también es evidentemente un concepto, y es una buena manera de empezar, desde allí, que ese pensamiento te sea el punto de partida para comenzar a desprenderte de los conceptos y darle cabida a lo único, a una visión en donde para dar la razón hay que aprender a tenerla y solo dando la razón podemos saber que la tuvimos, pues simplemente no se puede dar lo que no se tiene.
Aprender de la sabiduría, cada día, día a día, momento a momento, sin juicios, sin criterios, sin creencias, solo un espacio único y limpio para escuchar y recibir.