Retirarse de algunos lugares, también es cuidarse
Muchas veces quisiéramos permanecer en un sitio determinado, porque nos hemos acostumbrado a estar allí, porque allí hemos puesto nuestras semillas, con nuestro tiempo y nuestras energías dedicadas a lo que nos hubiese gustado vivir en ese lugar, pero por uno o muchos motivos, lo que recibimos no es lo que esperamos, y por eso es momento de retirarse.
Duele retirarse y mirar como nuestros sueños hay que colocarlos en una maleta y marcharnos, duelen los sentimientos que quedan, las intenciones, las ganas, duelen los recuerdos… los buenos que le dan sentido a toda la historia que creamos en nuestra mente y aquellos no tan gratos que son los que nos hacen pensar en movilizarnos.
Aceptar que algo no funciona ya, que no nos llena o bien no satisface a la otra parte, nos genera un profundo vacío, e inclusive un miedo a recomenzar, a tomar una decisión drástica y luego arrepentirnos, miedo a no conseguir algo que se adapte mejor a lo que nos gustaría, miedo al qué dirán y cómo tomarán los demás nuestras decisiones… Pero a fin de cuentas la vida le sonríe a aquellos que sin cobardías, sin detenerse en artículos, son capaces de tomar sus miedos, guardarlos y actuar a pesar de ellos.
De por sí, si habláramos de miedos, mucho más atemorizante debe resultar el hecho de encadenarnos a cualquier situación que no contribuya con nuestra felicidad, que nos apague la vida, que nos robe la calma y las sonrisas. Eso sí debería dar mucho miedo, porque la vida no es tan larga como nos gustaría y no se detienen mientras nosotros vamos por ensayo y error tratando de darle sentido a muchas cosas de nuestras vidas y queriendo alcanzar estados que muchas veces solo apreciaremos mirando hacia adentro.
Hay una vocecita en nuestro interior, que por lo general silenciamos hasta con el más absurdo ruido, pero ella nos habla de manera oportuna de cuándo, sin invertir mucho más tiempo, ya es suficiente para dedicarle a algo o a alguien. Pero evidentemente es necesario que sintonicemos con esa voz y tomemos consciencia. Está bien apostar, creer, dar tiempo, dar espacio, pero por lo general todos sabemos cuándo las cosas son irreversibles y el darle largas solo nos colocará en una situación desgastante y altamente demandante de energía vital.
Retirarse y cuidarse implica muchas cosas, entre ellas el no sobreexponernos a lo que nos genere sufrimiento. Debemos evitar generar apegos, lo cual no quiere decir no involucrarnos sentimentalmente, sino vivir en el momento presente, disfrutando o bien entendiendo qué nos ofrece cada dinámica, qué podemos aportar y cómo crecemos a través de nuestras vivencias. El soltar el pasado que nos une a algo y el permitir que el futuro llegue con sus nuevas aguas es parte de fluir con la vida.
No nos apresuremos, confiemos en nuestra intuición y en que los cambios, inclusive aquellos que no deseamos, traen cosas de provecho para nosotros y hay que retirarse de lo que ya cumplió su ciclo de vida, no puede sino dar paso a cosas nuevas y maravillosas.
Lo mejor está por venir, solo hay que retirarse para hacerle espacio a lo nuevo.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet