RINCÓN del TIBET

Presta especial cuidado a lo que cuentas de ti

Presta especial cuidado a lo que cuentas de ti

Es muy común la costumbre de contar lo que nos acontece, lo que sentimos y pensamos a quienes les tenemos mayor confianza, a nuestros familiares, a nuestra pareja o a nuestros amigos. Muchas veces no filtramos la información que damos y podemos exteriorizar con gran franqueza todo lo que nos pasa por la mente, abriendo nuestro corazón y exponiendo aquello que tanto nos entristece, nos molesta o bien nos hace feliz.

Sin embargo, son contadas las personas con las que deberíamos hacer este tipo de confesiones y deberíamos ser cautelosos en cuanto a la información que queremos manejen otras personas de nosotros.

Cuando contamos algo que deseamos exteriorizar, normalmente estamos movidos por diversas emociones, felicidad, angustia, pena, frustración, alegría y podemos decir cosas que ni siquiera sentimos o están mal dimensionadas.

Resulta que la naturaleza humana es tan particular que muchas veces lo bueno que nos ocurre y contamos puede entristecer o hacer rabiar a quien bajo la condición de persona de confianza, nos escucha. En este caso predomina la envidia, la competencia, los celos y la poca capacidad que siente la persona que recibe nuestro mensaje de vivir o hacer algo similar a lo que estamos gustosamente compartiendo.

También ocurre que lo negativo que nos pasa puede alegrar, aligerar o bien compensar a quien nos escucha, ya que siente que su problemas pueden ser parecidos o menores que los nuestros o bien que se encuentra en una posición de ventaja ante nosotros con respecto a la vida, lo cual le genera cierto alivio.

Si contamos algo que nos compromete, estaremos esclavizados a que esa persona no quiera extender la información a más personas de las que nos gustaría, nosotros tenemos amigos y ellos a su vez tienen otros amigos, y aunque no sea con malicia o mala intención muchas personas pueden verse apropiados de una información que solo a nosotros debería pertenecernos.

La traición es el caso extremo, la deslealtad, el aprovecharse de la condición de confidente o de amigo para obtener la mayor cantidad de información posible e ir a utilizarla sin el menor filtro, para perjudicarnos, para quedar ellos bien o para hacer sentir a otra persona mejor es una de las muestras más dolorosas de que muchas cosas deben sencillamente reservarse. La hipocresía existe en las personas que menos imaginamos y la falta amistad está lamentablemente a la orden del día.

Somos esclavos de lo que decimos, por qué exponernos a la traición, a la envidia, a los celos, a los chismes, por una necesidad de desahogo? Antes de exteriorizar lo que sientes, lo que piensas, tus planes, tus proyectos, pregúntate si realmente a esa persona le importa lo que dices, si esa persona te quiere y te cuida lo suficiente, inclusive para decirte frontalmente que lo que le estás diciendo no está bien de acuerdo a su criterio, pero no es capaz de venderte o enjuiciarte a tus espaldas, pregúntate si le dueles y si tu bien le alegra y tu mal le entristece.

Si no estás completamente convencido de que sea así, reserva la información a suministrar, nada peor que usen tus mismas palabras en tu contra, que despiertes la envidia de alguien o te sientas intimidado o presionado por lo que has dicho y ha sido utilizado por alguien más.

Obviamente todos contamos con esas personas incondicionales, que realmente nos aprecian, que merecen nuestra confianza, pero si al hacerte esas preguntas sientes alguna duda, es mejor que busques otra manera de desahogarte o expresar lo que sientes.

 

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