Para alguien que no sabe lo que quiere, nunca serás suficiente
Podríamos considerar como un infortunio el hecho de relacionarnos afectivamente con una persona que no sabe lo que quiere, mucho más en sus etapas iniciales donde el perfil no ha sido determinado.
Una persona que no sabe lo que quiere normalmente se mantiene en un estado de inconformidad, que no le permite darle valor a lo que le rodea, estando en una búsqueda contante de algo diferente, a veces sin importar la aplicación de los términos mejor o peor… simplemente desean algo diferente.
Ciertamente dentro del universo de posibilidades que existen en relación a las personas con las que nos podemos vincular, puede estar presente la intriga, la duda quizás de que podríamos estar con alguien que resulte más afín a nosotros. Es posible también que surja la posibilidad de plantearnos escenarios mentales con otras personas, con el fin de evaluar qué tan satisfechos podríamos sentirnos junto a alguien más.
La búsqueda es válida, sin embargo, resulta tóxica cuando no somos capaces de valorar a quien tenemos al lado, cuando no tenemos parámetros medianamente claros de lo que nos gustaría.
Está muy bien dejar de lado las expectativas, esto da libertad a las relaciones, pero el no saber lo que queremos puede ser el lado oscuro de ese “no esperar nada de alguien”, no se espera, porque no se está claro en lo que se desea.
Mientras tanto, frente a esa persona que no tiene claro su norte afectivo, está alguien que quizás esté dando lo mejor de sí, para sumar a una relación, mientras lo que aporta, lo que es, lo que sabe, cómo se ve, lo que vale, nunca es suficiente para el otro.
Luego, esa persona sometida a una cruel prueba, deberá consolidar su amor propio, si pretende acompañar quien no sabe lo que quiere en su búsqueda. Además de que debe prepararse a afrontar situaciones muy incómodas, comparaciones, menosprecio, desmérito, lejanía, traición, etc.
Así que para todos: es vital, sin intenciones de idealizar, saber lo que nos gustaría, lo que no, lo que no soportaríamos, lo que resulta esencial, dando espacio a que el otro se muestre y nos enamore o nos aleje mientras le descubrimos. También es conveniente medir nuestras emociones, quizás lo que encontramos no se acerca a lo que decíamos querer, pero ¡cómo contribuye a nuestra felicidad!… Y a esto debemos darle un peso importante. También debemos estar atentos a lo contrario… Justo lo que queríamos, pero el mayor deseo es salir corriendo.
En todo caso debemos ir ubicándonos a medida que el tiempo transcurre, dándonos los lapsos necesarios para conocer, sentir y medir la reciprocidad de la relación. No nos sintamos mal porque alguien que no sabe lo que quiere no nos da el valor que nos gustaría tener, entendamos que no es nuestra responsabilidad, solo es una consecuencia de la inconformidad que llevará consigo esté con quien esté. Pero sepamos invertir nuestro tiempo y nuestras energías, prefiriendo las relaciones que nos agreguen valor.
Nunca estés con una persona que no sabe lo que quiere…
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet