RINCÓN del TIBET

Odiar es la peor manera de engancharnos a alguien

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Odiar es la manera más cruel (para nosotros) de engancharnos a alguien

Cualquier sentimiento negativo que desarrollemos por alguien más, termina haciéndonos más daño a nosotros mismos que a la otra persona. Odiar particularmente es una forma exacerbada de tener a quienes despiertan lo peor de nosotros presentes en nuestras vidas. El odio es igual o más intenso que el amor y así como el amor sana, hace ver la vida diferente, multiplica alegrías, el odio actúa al contrario.

¿Qué ganamos con odiar?

  • Con odiar no cambiamos las causas por las cuales hemos desarrollado ese sentir.
  • Odiando, nuestro sistema inmunológico se deprime y enfermamos.
  • Ocupamos nuestra mente con pensamientos dolorosos y terminamos atrayendo a nuestra vida más de esas experiencias que nos hacen daño.
  • Restamos energías que pudiésemos dedicar a lo que nos gusta y nos hace bien.
  • Contagiamos a los demás con la energía negativa que caracteriza el odio.
  • No es broma, nos vemos menos radiantes y atractivos, nuestro brillo natural se opaca.

Como vemos, no ganamos nada que valga la pena cargarnos en la espalda, no lo merecemos y menos lo merece aquel o aquello que despierte en nosotros ese sentimiento. Procuremos que quienes ocupen nuestro corazón y nuestra mente, sean aquellos que nos nutren a través de cosas positivas, que pensarlos nos saque una sonrisa, que valga la pena que su nombre gravite en nuestras mentes. Todo lo que genere el efecto contrario, debemos aprender a eliminarlo de nuestras vidas.

La venganza como escapatoria

Muchos creen que con la venganza llega el fin del odio, pero la verdad es que es en ese punto donde más daño nos hacemos, allí somos iguales o peores que aquello que inspira nuestro odio. Es allí donde debemos preguntarnos qué tan diferente soy de aquello que odio, si lo hacemos de forma honesta, podemos rescatar de allí un gran aprendizaje, porque todo lo que odiamos, termina por reflejarnos esa parte de nosotros que no llegamos a aceptar, que a veces ni siquiera llegamos a reconocer.

El “yo lo hice, porque a mí me lo hicieron primero”, no mejora la situación, debemos aprender a identificar en nosotros todo aquello que tiene la potencialidad de dañar, independientemente de a quien, debemos aprender a conocernos y resulta de utilidad aprovechar las muchas oportunidades que nos presenta la vida de crecer, de ser una mejor versión de nosotros mismos y con humildad y compasión aprender a perdonar y perdonarnos a nosotros mismos.

Si tenemos motivos para odiar, encontremos los motivos para amarnos a nosotros de tal manera que no podamos albergar en nuestro interior ningún sentimiento que nos debilite, que nos lleve a menos y que en cualquier caso nos ate a una situación que nos produce dolor.

Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet

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