RINCÓN del TIBET

No te compares con otros sino con la persona que eras ayer

con otros

No te compares con otros. Compárate con la persona que eras ayer

La mayoría de las personas suelen compararse con otros, desde pequeños nos hemos visto sometidos a constantes comparaciones con referencias externas, reforzando conductas competitivas, alimentando celos y envidia y en el mejor de los casos desarrollando la comprensión y la empatía.

Las frases que desde niños escuchamos: tienes que ser el mejor, tal persona se comporta mejor, fíjate como lo hace aquel niño, prepárate para ganar, etc… junto a todos los sistemas de evaluación y de competencia establecidos justamente para que alguno resalte, son parte del origen de la dificultad de establecer como patrón de comparación a nuestro yo del pasado.

Debemos centrarnos en ser mejores cada día, pero mejores con relación a nosotros mismos, esto nos va a garantizar un crecimiento sostenido, basado en nuestros requerimientos, no en comparaciones con otros.

Todos tenemos recursos diferentes, tiempos distintos, herramientas diversas y talentos particulares. Cuando la vida transcurre efectuando comparaciones con otros podemos sentirnos frustrados o prepotentes y arrogantes.

No son los complejos los que debemos alimentar, es el espíritu de crecimiento, de dar lo mejor de nosotros mismos, de sorprendernos con nuevos retos, de reconocer que hoy somos distintos que ayer y quizás ese distinto se ha convertido en algo que nos agrega valor, no para ponderarnos con otros, sino para hacernos más grandes en relación a nuestro ser previamente.

Cuando aprendemos de las experiencias, cuando sabemos reconocer nuestros errores, aportamos algo más de nosotros, entendemos que solo nosotros debemos trazar nuestra ruta e ir construyendo nuestro propio camino, es cuando hacemos de nosotros nuestra mejor versión.

Solo cuando dejamos de ver a los demás como puntos de comparación, es que logramos tener la libertad de crecer y mejorar de acuerdo a nosotros mismos. Es cuando podemos conocer realmente lo que persigue nuestro corazón, dónde vamos a dar lo mejor de nosotros y donde sin que sea la meta, destacaremos, porque es casi inevitable hacer lo que se ama, aportar por uno mismo, no tener referencias externas que nos frustren y no resaltar.

Anímate a verte en un espejo, a disociar la imagen del vecino fitness, del amigo millonario, de la modelo de la revista, del compañero de trabajo, del hermano o del padre, de la propia imagen. Podemos admirar a muchos, pero no debemos tomarlos como referencia de comparación para nuestra vida, enfócate en tu propia vida, en cómo hacerla más divertida, más interesante, más feliz. Todos somos diferentes y seguramente todos estamos lo mejor que podemos con los recursos que tenemos.

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