RINCÓN del TIBET

No prometo un final feliz…

No prometo un final feliz…

No podemos prometer aquello que no está a nuestro alcance cumplir, no podemos saber qué pasará en un futuro, de hecho las promesas no son más que palabras de las cuales tenemos poco control.

Cuando nos comprometemos con alguien podemos proyectarnos a futuro con esta persona, podemos hacer viajes imaginarios a un futuro en donde todo es exactamente como queremos que sea, pero no es más que eso, es nuestra imaginación y las mejores energías invertidas para que eso ocurra, lo cual no deja de ser importante. Definitivamente tener un norte compartido requiere de planificación, de deseos, de recursos invertidos, pero a ciencia cierta solo tenemos control sobre el momento presente.

Quisiéramos que nuestras historias de amor, ésas que nos gusta, las que nos motivan y nos hacen flotar sobre las realidades siempre tuviesen un final feliz o mejor aún que no tuviesen final… que ni la muerte misma pudiese acabar con ellas.

Sin embargo, muchas veces pensamos tanto en lo que será o no será nuestro futuro que abandonamos el presente, que le restamos valor, que solo lo vemos como el estado de transitoriedad necesario para llegar a donde queremos, y no es así, el presente es todo lo que tenemos, es allí donde tenemos capacidad de acción, es en este estado temporal donde debemos hacer lo necesario para que algo de lo que imaginamos pueda concretarse.

Las bases del futuro se forman del día a día, de los buenos días, de los te quieros, de las caricias, de los cuídate mucho, de los te extraño, de las pequeñas discusiones que nos hacen conocernos y crecer. No habrá un final feliz o una continuidad en el tiempo si no alimentamos continuamente ese amor.

Es importante el cuidado permanente, es verdad que las parejas tienden a estabilizarse con el paso del tiempo, que ya llegan a conocerse suficiente como para saber qué esperar. Sin embargo, es vital no caer en la rutina, hacer cosas diferentes, sembrar nuevas semillitas en el campo del amor, porque será eso lo recojamos el día de mañana.

Que se pierda la costumbre de hacer promesas y se gane la de construir en base a acciones lo que formará la relación, que no se pierda las ganas, ni la picardía, menos la complicidad, que las miradas se crucen y digan algo que alimente al corazón.

No podemos prometer finales felices porque nos somos dueños del futuro, hasta nuestra vida está sujeta a una fecha de vencimiento incierta, lo único que podemos es procurar hacer de nuestro presente algo parecido a lo que queremos en el futuro y mantenerlo.

 

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