RINCÓN del TIBET

No es que muera de amor, muero de ti

No es que muera de amor, muero de ti

“Amar es percibir, cuando te ausentas, tu perfume en el aire que respiro, y contemplar la estrella en que te alejas cuando cierro la puerta de la noche”.
Salvador Novo

Muero de ti porque tu amor me está matando. Está destrozándome por dentro. Todavía puedo mantener en mi conciencia tu palabra y tu sonrisa. Aunque te confieso que, si pudiera volver a escuchar tu risa, la guardaría para hacerla sonar cuando el silencio cruce la soledad.

La verdad es que cuando amas de verdad lo normal es salir lleno de cicatrices. Por eso, aunque desgarrado y malherido, mi corazón es un corazón agradecido.

Es imposible recordar los días que pasé junto a ti, pero conozco a la perfección cada momento. Lo recuerdo todo como si hiciese un instante que lo vivimos. Tan fuerte y tan intenso como parecía.

Somos todo y no somos nada. Y de la nada no se vive.., y del todo se muere. El amor no solo es un sentimiento, también es un arte. Porque el amor tienes que saber hacerlo y admirarlo.

Nuestro amor ha sido un espejismo de realidad. Aunque sincero, lo cierto es que no ha sido suficiente ni para ti ni para mí. Hoy me he dado cuenta de que desde el primer momento íbamos a ser una obra inconclusa. Aquella que prometía ser arte y se quedó en la promesa.

Por eso, con los pies en la tierra y mi corazón en tus manos, tiemblo al decir adiós.

Es tan corto el amor y tan largo el olvido…

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda

Cuando el amor duele es desgarrador. Parece una montaña imposible, un pozo profundo y oscuro.  Es entonces cuando tenemos que enfrentarnos con uno de los aprendizajes más indeseables de nuestra vida:  el desengaño de tener la certeza de que nada es eterno.

Tal y como lo idealizamos, nos gustaría que nunca viese su fin, que siempre fuese intenso. Pero hay amores que si permanecen, matan.  Son aquellos que aparecen y desordenan nuestro mundo, dejando nuestra vida en la más absoluta desolación.

Sin embargo, de aquellas personas a las que nos vemos en la obligación de “dejar de amar” (si eso es posible), podemos aprender muchas cosas. Entre otras, lo que queremos tener presente y lo que no en nuestra vida.

 

A través del desamor exploramos nuestro yo más profundo, aquel que suele quedarse en segundo plano cada día y que no nos parece importante cultivar. En estos momentos cobra especial relevancia nuestro amor propio y la necesidad más inmediata de querernos.

Puede que cuando nos topamos con la realidad de elegir entre nuestra razón y nuestro corazón, nos bloqueemos. En este sentido tenemos que convivir con diferentes sentimientos en las distintas fases. O sea, al principio es probable que parezcamos un cuerpo sin alma, que no nos creamos lo que está pasando y que sintamos que estamos viviendo una pesadilla.

Pasados estos momentos de incredulidad, es probable que empiece a invadirnos la ira, la rabia y la necesidad de buscar responsables que nos ayuden a comprender las razones por las que todo ha salido mal.

Después vendrá la tristeza, el dolor y la necesidad de llorar la pérdida. Este duelo forma parte del proceso de aceptación que nos ayudará a sanar las heridas del adiós.

Con ello llegará la liberación de nuestra alma y la verdadera apreciación de lo bonito de haber vivido el amor.

Scroll al inicio
Hola! Necesitas ayuda